miércoles, 8 de agosto de 2012

Arquitectura / Palacio Paz

Arquitectura y discurso

EL PALACIO PAZ
Nicolás Fratarelli
Publicado en Mirada y Crítica
Ciudad, arquitectura, globalización y territorio


Louis Sortais, no proyectó una residencia, proyectó un palacio. Un verdadero palacio. Un palacio locuaz que comunicara con piedra, lo que las letras de moldes desplegaban con tinta en el diario “La Prensa”.

José Camilo Paz, director del diario y propietario del palacio, necesitaba una arquitectura para ser vista más que para ser usada. En realidad para ser admirada más que mirada, donde su retórica prevalezca por sobre a las necesidades funcionales. Y así se hizo.

El edificio, que se apropia de la forma irregular del terreno, presenta dos rostros. Uno frente a la ciudad, donde se muestra altivo, seguro, severo;  y otro hacia su patio interior, donde, por variedad y elegancia de lenguaje, se esparce fluido, acogedor, amable, aunque sin perder nunca sus aires aristocráticos.

La plazoleta que lo separa de la avenida Santa Fe propicia que su fachada se despliegue completa frente a la Plaza San Martín y exhiba sin prejuicios su academicismo.

Como el resto de los grandes edificios de la época el palacio refleja las distinciones de rango. Las diferencias sociales de Buenos Aires de principio de siglo se pueden leer en la disposición de los espacios funcionales del edificio. La planta del basamento y la del ático (ambos sectores dedicados a las dependencias de servicios) realzan, desde el aspecto formal, el valor de las plantas principales. Mientras en su altura la primera sostiene al piano nobile, la segunda la corona y  dos salientes a modo de torretas (espacios de apoyo) lo flanquean. El basamento, su cuerpo y su remate muestran con contundencia el contenido que encierra su forma. La doctrina clásica de la belleza, basada en un orden general que maneja la regularidad, la simetría y la proporción está presente en cada una de las partes del edificio y le da coherencia, armonía y unidad al conjunto. 

Siguiendo los preceptos de Blondel,“no olvidemos nunca de imitar las obras maestras de nuestros predecesores”, Sortais  parte de ejemplos preexistentes y  toma como modelo al Castillo de Chantilly, reconstruido casi por completo por su maestro Honoré Daumet, y a sectores del Palacio de Versalles, como el salón de los espejos,  prototipos que manifiestan con eficiencia los postulados políticos, económicos y sociales del propietario, su gusto por la cultura francesa, y sus pretensiones presidenciales, en el marco de una democracia para pocos en el desigual país del centenario.

El palacio no tiene ningún tinte ingenuo. Nada queda librado al azar.  Su discurso seduce e intimida. Su presencia maravilla y paraliza. Su virtuosismo artístico estimula y cohíbe. La idea es generar una sucesión ininterrumpida de efectos que lleve al deslumbramiento. Y todo comienza en el gran portón de ingreso, con sus sinuosos hierros forjados entrelazando sensuales hojas, ramillas y rosetones realizados en bronce que parecen tener vida.

Su interior, rompe cualquier tedio con lo vulgar. Una vez atravesado el acceso principal (de carruajes) se ingresa al edificio por el hall donde espera una imponente escalera que eleva al visitante hacia otro nivel donde encuentra vitrales, pinturas, decoraciones bañadas en oro y una escultura giratoria esculpida en

mármol de Carrara . El camino impacta a cada metro, en cada detalle. Su corredor, un tanto lóbrego, cargado de exuberantes muebles de madera talladas realizados con maestría artística, tiene la  función de pasillo y actúa como el eje organizador del sector,  los salones que lo flanquean maravillan por su arte y luminosidad,  y hacia el final el Gran Hall de Honor (de 16 m de diámetro y 21 m de altura), con un balconeo que lo enmarca y la cúpula de cristal omnipresente y con la imagen del Rey Sol, es el punto culminante del deslumbramiento.

Cada sala, por menor que sea es muestrario de estilos históricos (Regencia, Luis XVI, Imperio, Neogótico), en ellas encontramos suntuosos pisos de maderas nobles, robles de Eslabonia, ébano, guindo, zócalos de nogal, paredes recubiertas por boisserie, otras tapizadas en damasco de seda, molduras recubiertas con dorado a la hoja, otras imitando casetonados de madera, y rosetones, blasones, laureles, copones, guirnaldas, volutas, columnas decorativas y junto a con pomposas arañas de bronce y cristal, siete ascensores y calefacción central.

En su interior sus secretos se divulgan, la sobriedad exterior estalla y se transforma en lujo y ostentación. En definitiva Paz, político conservador, diplomático de Roca, Juárez Celman, Pellegrini y Sáenz Peña, es parte de las grandes familias de la Argentina pródiga enriquecidas por el modelo agroexportador. El funcionamiento de la mansión es una alegoría del país. Treinta y cinco dormitorios, dieciocho baños, sesenta sirvientes destinados a servir a nueve personas en otras palabras mucho territorio y mucha gente para servir a pocos.

Deslumbramientos tras deslumbramientos, producto de retórica ornamental no de su especialidad arquitectónica en si misma. Por sobre la arquitectura, lo escenográfico predomina invade el juego y sacude. Engaña al ojo. Bajorrelieves que evocan trofeos de guerras ficticias, falsas puertas, mármoles simulando cortinados, cúpulas lisas creadas con ilusiones ópticas, un arte superpuesto ligado a finalidades externas al arte. Una arquitectura manifiestamente discursiva pues si el edificio se despojara de sus ornamentos perdería la mitad de su interés puesto que tendríamos grandes cajas agujereadas yuxtapuestas unas a otras. Por eso el palacio expresa tan bien su época en la que el granero del mundo se escondía bajo su alfombra, en su sótano o en algún desván del ático, lo que se era necesario ocultar.



La construcción del palacio demandó doce años: comenzó en 1902 y finalizó en 1914. La construcción estuvo a cargo del ingeniero Carlos Agote. Como una mueca del destino, José C. Paz, que se instaló en Europa en 1900, donde falleció en 1912. Nunca pudo conocer su palacio; Louis Sortais, tampoco, porque nunca viajó a la Argentina.

FOTOGRAFIA N.F.




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