viernes, 4 de enero de 2019

Cine | Cuarón: Hablando de Roma..


HABLANDO DE ROMA…CUARON SE ASOMA
N.F.

Lo más destacado de la última película de Cuarón, Roma, es haberse impuesto como producto calificado en el ambiente del cine “arte”.  El valor de la película no está tanto en “el poder de Roma”, sino del poder de Netflix  que la instaló como producto cultural.

Entre tantas mercancías ofertadas en la batea virtual de esta aplicación, todas expuestas a un “clic de distancia” (y a 10 dólares mensuales debitados automáticamente de la cuenta bancaria),  Roma es el artículo de calidad que la multinacional del cine subraya como película del momento.
Lo  más destacado del film es su márquetin. Hay que reconocer que su envoltorio  de venta es excelente. Todo comienza desde el principio, podríamos decir, desde la elección del  título. Porque Cuarón, (o Netflix) dándole a la cinta una denominación tan “universal” para el googleo como es  “Roma” ( en referencia el barrio del D.F, barrio  de infancia del director, donde transcurre la historia) hace que el apellido Cuarón quede  ligado a la película. En cualquier búsqueda  web se debe aclarar que hablamos de “Roma-de-Cuarón”, y no de la Roma , la ciudad eterna,  y mucho menos -volviendo  al cine- de que aquella maravilla de Federico Fellini también llamada Roma pero realizada en épocas cercanas al principio de la vía satélite pero lejanas de internet.

Deteniéndonos en la película como obra cinematográfica, podríamos decir que  si le quitáramos la máquina publicitaria que la sostiene Roma (de Cuarón) sería “una buena película más”.  Porque hay que reconocer que  la película no es mala y su naturalismo estético crea una especie de “neorrealismo mexicano”  hermosamente contado (Pero… ¿acaso, nosotros, argentinos, amantes del  cine no somos un poco hijos de Fabio y no hemos sido ya advertido de un estética similar?)

Cuarón narra una  historia que se contó muchas veces en cine. Quizá la mayor novedad que encierra Roma es que un director “exitoso” (galardonado con el premio más comercial del planeta cine como es el Oscar, por su antecesora “Gravedad”, película protagónizada por los taquilleros George Clooney y Sandra Bullok)- haya realizado una película “tan intimista”,  y que cuente su propia historia, dura y poco amable  con lujos de detalles.

Quizá suene un poco malévola la apreciación,  pero luego de ver Roma uno se queda con la sensación de que a la película, como historia, como relato,  ya la vio antes, y hasta podría decirse no tiene ninguna novedad  (el tema de la doméstica, que vive la vida de los patrones como si fuera la suya, podría decirse que es hasta casi una historia remanida).  El valor de la película que más  sobresale  está  en  su impecable técnica visual,  y en la belleza  poética de cada plano (porque verdaderamente cada una de las tomas es hermosa  la imagen más banal hasta la más terrible que - por ejemplo, la imagen inicial, con el agua encima de las baldosas mientras baldean el patio, es maravillosa-). Y quizá esto no sea poco. O quizá esto sea todo.

Aparte. ¿Es la historia de Roma una historia latinoamericana? Salvo por el idioma y por su contexto -que no se profundiza- podríamos responder que no.

Y si en vez de mexicana, dijéramos que se tratara de una película norteamericana, no habría mayores discusiones, si en vez de situar uno de los acontecimientos centrales del film en el Halconazo o en la Masacre del Jueves de Corpus Christi (México Distrito Federal, 1971), lo situáramos en barrios marginales de cualquier ciudad de Estados Unidos, con pandillas ligada a la droga, la película funcionaría igual.

Su cuento se presenta  respetuoso de las diferencias culturales y sociales además de comprensivo hasta de las problemáticas del género (“todas las mujeres estamos solas”) y busca  mostrar una relación “policlasista” correcta (casi al cierre  de la película, en una bella imagen de todos hecho un manojo en la playa, su empleadora le dice –sinceramente-  a  Cleo, la chica cama adentro con servicio de 24 horas  -interpretada por Yalitza Aparicio excelente actriz-  que la quiere.)


En una entrevista  Cuarón declaró “no sólo México, (sino) el mundo entero está peor con todos esos líderes populistas que se alimenta de odio y de la relación perversa que existe entre clase y raza”. No está muy claro a qué llama Cuarón “líderes populistas”, no se sabe si se refiere al concepto de populismo utilizado por los conservadores estadounidenses, por los teóricos europeos o al término tallado por Laclau. Desconocemos cómo estos líderes se alimentan de esa  “relación perversa” y cómo se resolverían -o no- semejante puja de clase o raza, según  el director. Quizá Cuarón con su película busque “aunar” clases y razas, busque hacerlas  interactuar una con la otra mientras cada cual se mantenga en el lugar que le corresponda. O tal vez no, y esta sea apenas una mala interpretación de sus dichos y de su Roma y apenas resulten simplemente un grupo de ideas un tanto mezcladas.