martes, 27 de septiembre de 2011

Literatura / Dino Buzzati

Una Gota
Dino Buzzati (1906-1972)

Una gota de agua sube los peldaños de la escalera. ¿La oyes? Tendido en el lecho, en la oscuridad, escucha su misterioso recorrido. ¿Cómo hace? ¿Salta? Tic tic, se escucha con intermitencias. Después se detiene. Ojalá no reviva más por el resto de la noche. Aún sube.

Sube de escalón en escalón, a diferencia de las otras gotas que caen perpendicularmente, de acuerdo a las leyes de la gravedad, haciendo un pequeño ruido que todo el mundo reconoce. Ésta no: se eleva lentamente por el hueco de la escalera, en el desmesurado caserón.

No fuimos nosotros, los adultos, refinados, sensibilísimos, quienes la descubrimos. Fue una joven criadita, escuálida, pequeña e ignorante criatura. La descubrió una noche, tarde, cuando ya todos nos habíamos ido a dormir. Después de un rato, viendo que no se detenía, bajó del lecho y fue a despertar a la patrona.

–Señora –susurró–. ¡Señora!

–¿Qué pasa? –dijo la patrona sobresaltada–. ¿Qué sucede?

–Una gota, señora, ¡una gota que sube los escalones! –dijo la criada a punto de echarse a llorar.

–Vamos, vamos... –se impacientó la patrona–. ¿Estás loca? Vuelve a la cama, ¡march! Seguramente has bebido. ¡Por eso de mañana falta vino de la botella! ¡Desvergonzada! Si crees... –pero la muchachita había huido y ya estaba metida debajo de las frazadas.

“¡Mire lo que se le vino a ocurrir a esta estúpida!”, pensaba en silencio la patrona, que había perdido el sueño. Y escuchando involuntariamente la noche que dominaba el mundo, también ella oyó el curioso rumor. En efecto, una gota subía la escalera. Celosa del orden, la mujer pensó por un instante que lo mejor sería salir a ver qué pasaba. Pero ¿qué hubiera podido encontrar a la miserable luz de la lámpara que colgaba sobre la escalera? ¿Cómo encontrar una gota en plena noche con aquel frío, a lo largo de la rampa tenebrosa?

En los días sucesivos, la noticia se difundió lentamente, de familia en familia y ahora todos lo saben en la casa, aunque prefieran no hablar de eso, como si les diera vergüenza. Pero cuando la noche desciende a oprimir al género humano, muchos oídos se ponen tensos en la oscuridad.

Ciertas noches, la gota calla. Otras veces, en cambio, durante largas horas, no hace más que cambiar de lugar. ¡Arriba, arriba! Se diría que no se va a detener más.

En el momento que el tierno paso parece tocar el umbral, los corazones palpitan con fuerza. Menos mal: no se detiene. Ya se aleja, tic, tic, sigue su marcha hacia el piso de arriba.

Sé con seguridad que los inquilinos de los pisos intermedios, ya se consideran seguros. Creen que habiendo pasado ya la gota frente a su puerta, no volverá a perturbarlos. Otros (yo, por ejemplo, que estoy en el sexto piso) todavía tenemos motivos de inquietud.

Ellos, en cambio, se consideran a salvo. Pero ¿quién les dijo que, en las próximas noches, la gota no decidirá retomar el camino desde el punto adonde había llegado la última vez o que no volverá a comenzar desde el principio, iniciando el viaje desde los primeros escalones, siempre húmedos y oscurecidos por inmundicias abandonadas? No, ni siquiera ellos están seguros.

Al salir de casa, de mañana, por más que uno mire atentamente la escalera, no se descubre rastro alguno. Nada, como era previsible, ni la más pequeña huella. Por otra parte, ¿quién toma esta historia en serio, de mañana? Al sol de la mañana el hombre es fuerte, se convierte en un león, aunque pocas horas antes estuviera temblando.

¿O tal vez la gente de los pisos intermedios tienen razón? Nosotros mismos, que cuando no oíamos nada nos creíamos eximidos, algunas noches escuchamos algo. La gota está todavía lejos, es verdad. Nos llega sólo un tic tic leve, un débil eco a través de los muros.

Siempre hay indicios de que sigue subiendo y se hace cada vez más cercana.

Tampoco sirve para nada dormir en una habitación interior, alejada del hueco de la escalera. Es mejor oír el rumor que pasar las noches en la duda de si sigue estando o no. Los que viven en esos cuartos escondidos a veces no resisten y salen en silencio a los corredores o permanecen muertos de frío detrás de la puerta, conteniendo la respiración, escuchando. Si llegan a oírla, ya no se atreven a alejarse, dominados por un miedo indescifrable. Pero, es peor todavía si todo está tranquilo; en ese caso, ¿cómo saber si precisamente en el momento de regresar a la cama no volverá a comenzar el rumor?

¡Qué vida extraña! ¡No poder hacer reclamos, ni tentar remedios, ni encontrar una explicación que levante el ánimo! Y no poder ni siquiera convencer a los demás, a los vecinos de las otras casas, que no saben nada... Pero ¿qué cosa vendría a ser esa gota? –Preguntarían con exasperante buena fe–. ¿Un ratón, quizá? ¿Un sapito escapado de las bodegas?

O acaso insistirían: ¿Será una alegoría? ¿Tal vez se habrá querido con eso simbolizar la muerte? ¿O algún peligro? ¿O los años que pasan? ¡Nada de eso, señores: es simplemente una gota, sólo que sube por la escalera!

¿O más sutilmente, se intenta representar los sueños y quimeras? ¿La tierra esperada y lejana donde presumiblemente está la felicidad? ¿Algo poético, en una palabra? No, de ninguna manera.

¿O los lugares aún más lejanos, en el confín del mundo, a los cuales jamás habremos de llegar? Pero no, les digo, no se trata de un juego, no tiene doble sentido. Se trata, ¡ay de mí!, realmente, de una gota de agua que de noche sube por la escalera. Tic tic, misteriosamente, de peldaño en peldaño. Y por eso mismo es que da miedo.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Literatura / Chejov

La obra
Dice Chejov: “La gente no se mata, ni se ahorca, ni hace declaraciones de amor a cada paso, ni dice a cada paso cosas inteligentes. Lo que más hace es comer, beber, galantear, decir tonterías (…) (1) Es preciso hacer una obra donde la gente entre y salga, coma y hable del tiempo, juegue a los naipes, que sea tan complicado y al mismo tiempo tan sencillo como en la vida. La gente come, no hace otra cosa que comer, pero mientras tanto va forjando su destino dichoso o destruyendo su vida”.
(1). Permítanme el paréntesis y los puntos suspensivos. En ese tramo Chejov agrega “y esto es lo que hay que mostrar en el escenario”. Evidentemente Chejov está hablando de teatro pero la reflexión es tan  brillante y su ideología tan clara, que  la podemos trasladar a una obra literaria, o de una obra de arquitectura, casi sin variaciones. N.F

jueves, 15 de septiembre de 2011

Literatura / Macedonio Fernandez


Amor se fue
Macedonio Fernández (1874-1952)

Amor se fue; mientras duró
De todo hizo placer.
Cuando se fue
Nada dejó que no doliera.

Literatura / Drummond de Andrade

En mitad del camino
Carlos Drummond de Andrade (1902-1987)

En mitad del camino había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
había una piedra
en la mitad del camino había una piedra.
            
Nunca olvidaré la ocasión
nunca tanto tiempo como mis ojos cansados
permanezcan abiertos.
            
Nunca olvidaré que en la mitad del camino
había una piedra
había una piedra en la mitad del camino
en la mitad del camino había una piedra.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Literatura / Saki

Saki,  un cachetazo bien dado
Nicolás Fratarelli

“Irene… ¿Puedo llamarla Irene, verdad?”
(Reginald dirigiéndose  a la Duquesa)

Saki (1870-1916) es el maestro del relato corto.  Macabro y humorístico, irónico y confianzudo, sutil y a la vez  agudo,  corrosivo y ponzoñoso, sus cuentos son una cachetada bien dada.  Todos sus textos parten de una idea fuerte y están resuelto con una gran economía de lenguaje.  Golpea y se va. Mientras el lector queda perplejo y pensando, él  comienza con otra cosa como si nada, con cara de yo no fui.
Su atrevimiento y dotes lúdicos comienzan en el nombre, Saki, que no es un nombre sino un seudónimo que oculta el formal  Héctor Hugh Munro.  Su ficha de nacimiento indica que nació en Birmania -por entonces colonia del Imperio Británico- aunque no queda ni una pizca de duda que  por su cultura, su educación, y su humor -ácido- su nacionalidad es inglesa hasta los huesos. Cuentista, novelista y dramaturgo, se encargó de  retratar de manera crítica y sarcástica  a la sociedad conservadora y puritana en la que fue educado.
Con su modo fino y  educado, hasta la caricatura, con su estilo tenue y liviano, tensa permanentemente la cuerda de cualquier estamento considerado sagrado, tira la piedra y esconde la mano, escandaliza, aguijonea como quien no quiere la cosa. Y aunque esto queda demostrado a lo largo de toda su obra, lo expresa de manera explícita uno de sus relatos armados en forma de diálogo entre uno de sus personajes más célebres Reginald (por un lado el alter ego del propio Saki y por otro una sátira casi ridícula del dandy inglés -y porque no de él mismo-)  con la duquesa Irene (paradigma de la sociedad victoriana):
-         Después de todo -dice la duquesa distraídamente- hay ciertas cosas que son inevitables. El bien y el mal la buena conducta y la rectitud moral tienen ciertos límites bien definidos.
-         El problema es que, como los del Imperio Ruso, sus límites no están siempre en el mismo sitio. –constesta Reginald
Sin temor a caer en el absurdo , o mejor dicho deseando caer en ese caldo en el que se siente cómodo, puede poner en palabras de un gato inteligente, insolente, y chismoso  (Tobermoy ¿o el mismo Saki?), la crítica de la hipocresía de las reuniones sociales de las grandes familias con la que él se rodeaba , o camorrear a la literatura cuando burlonamente propone hacer poesías como si fuese una comida doméstica, siguiendo una receta  de cocina: “cuando se escribe sobre la paz, el asunto es decir lo que todos dicen, pero mejor (… ) “los ángeles” no pueden faltar en un poema a la paz …”  
Saki  quedó huérfano de madre a los dos años. Su padre, funcionario inglés, inspector de Policia en Birmania lo dejó al amparo de dos hermanas, las  tías solteronas que lo criaron y a su vez le amargaron la niñez. Tal vez por todo esto Saki busca azuzar  a la institución familiar,   y como  forma de  venganza las deja siempre tecleando en varios de sus relatos “Tengo una tía  que se preocupa (…) adopta todas las dolencias decorativas que se ponen a su alcance incluyéndome a mi. (…) es la antítesis de esas mujeres dulces…”
Se alistó como voluntario en la primera guerra mundial, desde donde seguía escribiendo y enviando colaboraciones a diversos medios de su  país, Inglaterra.  El sargento Munro murió en Francia, en  el campo de batalla por un disparo de un francotirador. Graham Greene cuenta que las últimas palabras que dijo fue  “¡apaga ese maldito cigarrillo!”. No se sabe si esa frase es cierta pero podría serlo, por lo breve, por lo oportuna, por lo siniestra, por lo irónica y por lo genial. Lo que sí es seguro, es que Saki no murió.

Algunos de sus libros fueron “Reginald” (1904), Las crónicas de Clovis (1912) y “Animales y más que animales” (1916). Entre sus cuentos más destacados están: “La ventana Abierta” “Sredni Vashtar”, “Laura”, “La telaraña”.


LA VENTANA ABIERTA
SAKI

-Mi tía bajará enseguida, señor Nuttel -dijo con mucho aplomo una señorita de quince años-; mientras tanto debe hacer lo posible por soportarme.
Framton Nuttel se esforzó por decir algo que halagara debidamente a la sobrina sin dejar de tomar debidamente en cuenta a la tía que estaba por llegar. Dudó más que nunca que esta serie de visitas formales a personas totalmente desconocidas fueran de alguna utilidad para la cura de reposo que se había propuesto.
-Sé lo que ocurrirá -le había dicho su hermana cuando se disponía a emigrar a este retiro rural-: te encerrarás no bien llegues y no hablarás con nadie y tus nervios estarán peor que nunca debido a la depresión. Por eso te daré cartas de presentación para todas las personas que conocí allá. Algunas, por lo que recuerdo, eran bastante simpáticas.
Framton se preguntó si la señora Sappleton, la dama a quien había entregado una de las cartas de presentación, podía ser clasificada entre las simpáticas.
-¿Conoce a muchas personas aquí? -preguntó la sobrina, cuando consideró que ya había habido entre ellos suficiente comunicación silenciosa.
-Casi nadie -dijo Framton-. Mi hermana estuvo aquí, en la rectoría, hace unos cuatro años, y me dio cartas de presentación para algunas personas del lugar.
Hizo esta última declaración en un tono que denotaba claramente un sentimiento de pesar.
-Entonces no sabe prácticamente nada acerca de mi tía -prosiguió la aplomada señorita.
-Sólo su nombre y su dirección -admitió el visitante. Se preguntaba si la señora Sappleton estaría casada o sería viuda. Algo indefinido en el ambiente sugería la presencia masculina.
-Su gran tragedia ocurrió hace tres años -dijo la niña-; es decir, después que se fue su hermana.
-¿Su tragedia? -preguntó Framton; en esta apacible campiña las tragedias parecían algo fuera de lugar.
-Usted se preguntará por qué dejamos esa ventana abierta de par en par en una tarde de octubre -dijo la sobrina señalando una gran ventana que daba al jardín.
-Hace bastante calor para esta época del año -dijo Framton- pero ¿qué relación tiene esa ventana con la tragedia?
-Por esa ventana, hace exactamente tres años, su marido y sus dos hermanos menores salieron a cazar por el día. Nunca regresaron. Al atravesar el páramo para llegar al terreno donde solían cazar quedaron atrapados en una ciénaga traicionera. Ocurrió durante ese verano terriblemente lluvioso, sabe, y los terrenos que antes eran firmes de pronto cedían sin que hubiera manera de preverlo. Nunca encontraron sus cuerpos. Eso fue lo peor de todo.
A esta altura del relato la voz de la niña perdió ese tono seguro y se volvió vacilantemente humana.
-Mi pobre tía sigue creyendo que volverán algún día, ellos y el pequeño spaniel que los acompañaba, y que entrarán por la ventana como solían hacerlo. Por tal razón la ventana queda abierta hasta que ya es de noche. Mi pobre y querida tía, cuántas veces me habrá contado cómo salieron, su marido con el impermeable blanco en el brazo, y Ronnie, su hermano menor, cantando como de costumbre "¿Bertie, por qué saltas?", porque sabía que esa canción la irritaba especialmente. Sabe usted, a veces, en tardes tranquilas como las de hoy, tengo la sensación de que todos ellos volverán a entrar por la ventana...
La niña se estremeció. Fue un alivio para Framton cuando la tía irrumpió en el cuarto pidiendo mil disculpas por haberlo hecho esperar tanto.
-Espero que Vera haya sabido entretenerlo -dijo.
-Me ha contado cosas muy interesantes -respondió Framton.
-Espero que no le moleste la ventana abierta -dijo la señora Sappleton con animación-; mi marido y mis hermanos están cazando y volverán aquí directamente, y siempre suelen entrar por la ventana. No quiero pensar en el estado en que dejarán mis pobres alfombras después de haber andado cazando por la ciénaga. Tan típico de ustedes los hombres ¿no es verdad?
Siguió parloteando alegremente acerca de la caza y de que ya no abundan las aves, y acerca de las perspectivas que había de cazar patos en invierno. Para Framton, todo eso resultaba sencillamente horrible. Hizo un esfuerzo desesperado, pero sólo a medias exitoso, de desviar la conversación a un tema menos repulsivo; se daba cuenta de que su anfitriona no le otorgaba su entera atención, y su mirada se extraviaba constantemente en dirección a la ventana abierta y al jardín. Era por cierto una infortunada coincidencia venir de visita el día del trágico aniversario.
-Los médicos han estado de acuerdo en ordenarme completo reposo. Me han prohibido toda clase de agitación mental y de ejercicios físicos violentos -anunció Framton, que abrigaba la ilusión bastante difundida de suponer que personas totalmente desconocidas y relaciones casuales estaban ávidas de conocer los más íntimos detalles de nuestras dolencias y enfermedades, su causa y su remedio-. Con respecto a la dieta no se ponen de acuerdo.
-¿No? -dijo la señora Sappleton ahogando un bostezo a último momento. Súbitamente su expresión revelaba la atención más viva... pero no estaba dirigida a lo que Framton estaba diciendo.
-¡Por fin llegan! -exclamó-. Justo a tiempo para el té, y parece que se hubieran embarrado hasta los ojos, ¿no es verdad?
Framton se estremeció levemente y se volvió hacia la sobrina con una mirada que intentaba comunicar su compasiva comprensión. La niña tenía puesta la mirada en la ventana abierta y sus ojos brillaban de horror. Presa de un terror desconocido que helaba sus venas, Framton se volvió en su asiento y miró en la misma dirección.
En el oscuro crepúsculo tres figuras atravesaban el jardín y avanzaban hacia la ventana; cada una llevaba bajo el brazo una escopeta y una de ellas soportaba la carga adicional de un abrigo blanco puesto sobre los hombros. Los seguía un fatigado spaniel de color pardo. Silenciosamente se acercaron a la casa, y luego se oyó una voz joven y ronca que cantaba: "¿Dime, Bertie, por qué saltas?"
Framton agarró deprisa su bastón y su sombrero; la puerta de entrada, el sendero de grava y el portón, fueron etapas apenas percibidas de su intempestiva retirada. Un ciclista que iba por el camino tuvo que hacerse a un lado para evitar un choque inminente.
-Aquí estamos, querida -dijo el portador del impermeable blanco entrando por la ventana-: bastante embarrados, pero casi secos. ¿Quién era ese hombre que salió de golpe no bien aparecimos?
-Un hombre rarísimo, un tal señor Nuttel -dijo la señora Sappleton-; no hablaba de otra cosa que de sus enfermedades, y se fue disparado sin despedirse ni pedir disculpas al llegar ustedes. Cualquiera diría que había visto un fantasma.
-Supongo que ha sido a causa del spaniel -dijo tranquilamente la sobrina-; me contó que los perros le producen horror. Una vez lo persiguió una jauría de perros parias hasta un cementerio cerca del Ganges, y tuvo que pasar la noche en una tumba recién cavada, con esas bestias que gruñían y mostraban los colmillos y echaban espuma encima de él. Así cualquiera se vuelve pusilánime.
La fantasía sin previo aviso era su especialidad.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Literatura / Baudelaire

El secreto tan sabido

Nicolás Fratarelli

"... vivir es un mal. Este secreto es muy sabido."
                                          Charles Baudelaire
               
La angustia es una constante en la poesía de Baudelaire. Escribe porque no puede soportar la imperfección de la vida,  que ésta comience en la muerte, que la justicia en el despecho y el confort en la miseria.
 Para él no es un deleite pensar en secretos sabidos, ni vivir sabiendo que justamente en la vida radica el mal; no obstante elige vivir a respirar, mostrar la verdad a taparla y buscar siempre el bien entre las flores del mal, que no son otras que las flores de la vida.
Los dioses que él adora son demoniacos. Plutón y Proserpina podrían estar en la cabecera de su cama, de esa cama que comparte con Juana Duval, su Venus negra, su mortal Madona.
Juntos a sus dioses se halla Cronos, manejando relojes y espejos, elementos que las arrugas del escritor reniegan pero no niegan, porque las aguas del Leteo que lo incita a nadar entre sus piernas, no pueden con él, que vive refugiado en su disconformidad imperecedera.

Baudelaire nos muestra la imperfección de la vida, su descarada sinceridad, su imposibilidad para ocultar lo que realmente es. En ella –en la propia vida-  la idea de belleza de la época y todo su ideal de virtud establecida que procura actuar como velo de carroña, se destruye como cristal sobre el mármol del siglo XIX. Y es aquí, justamente, en la máscara que todo expone, donde el poeta encuentra el nudo del mal y busca desatarlo. Encuentra el mal en la figura del Barón Haussman que abre nuevas calles y avenidas para que pasen las aguas del Estigio sobre las hierbas y sobre los idílicos desayunos de pieles desnudas; encuentra el mal en el foyer de la Opera de París donde el amor se ve colmado de refinamiento y de virtud y los sexos se preguntan prudentemente si se pueden permitir "el lujo de un hijo", lo encuentra en la censura de los seis poemas, en el Salón de los Rechazados, en la custodia policial que necesitó Manet para salir de la exposición en donde mostraba cuerpos sin disfraces, encuentra el mal en el  siglo impío que paraliza la mitad de su cuerpo socarronamente. En definitiva, encuentra el mal en el mundo burgués que esconde, la pobreza, la enfermedad, la vejez, la protesta de la ciudad, la alienación de las masas, en ese mundo que arma una ficción forzada porque no soporta su propia fealdad que ésta se presenta por encima de acróteras y frontispicios como miasmas, como blasfemias, como dioses demoníacos en los infiernos de la hipocresía, como madres gigantas, como codiciadas alhajas que no conocen manos de gitanas, como hedor de hospitales entre aromáticos frascos de perfumes.

Es por todo esto que Baudelaire, se siente metido en este océano de mal, en este mar que odia. Es por todo esto que se siente un albatros herido en el infinito sin estrellas, y a pesar de todo – y a pesar de todos los males- sabe, conoce, que el mar tiene sus reglas, sus lumbres que iluminan  la vida, sus faros que recuerdan el arte, sus serpientes que danzan para ayudar a olvidar lo perverso de la vida del frac, los salones y los disfraces,  y lo oscuro de la muerte.

En su saludo eterno sobre el escenario belga, Baudelaire dejó sus venas para que por ella circule, junto a su sífilis mortal, la diosa némesis y actúe.


El Enemigo
Charles Baudelaire (1821-1867)Las Flores del Mal

Mi juventud no fue sino una tenebrosa tormenta,
Atravesada aquí y allá por brillantes soles;
El rayo y la lluvia han causado tal estrago
Que en mi jardín quedan muy pocos frutos bermejos.

He aquí que he alcanzado el otoño de las ideas,
Y que es preciso usar la pala y el rastrillo
Para reunir de nuevo las tierras inundadas,
Donde el agua abre agujeros tan grandes como tumbas.

¿Y quién sabe si las flores nuevas con que sueño
encontrarán en este suelo deslavazado como un arenal
el místico alimento que les daría vigor?

-¡Oh, dolor!, ¡oh, dolor! El tiempo se come la vida
y el oscuro Enemigo que nos roe el corazón
crece y se fortalece con la sangre que perdemos.





La Destrucción
Charles Baudelaire (1821-1867)Las Flores del Mal

El demonio se agita a mi lado sin cesar;
flota a mi alrededor cual aire impalpable;
lo respiro, siento como quema mi pulmón
y lo llena de un deseo eterno y culpable.
A veces toma, conocedor de mi amor al arte,
la forma de la más seductora mujer,
y bajo especiales pretextos hipócritas
acostumbra mi gusto a nefandos placeres.
Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,
jadeante y destrozado de fatiga, al centro
de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,
y lanza a mis ojos, llenos de confusión,
sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡y el aderezo sangriento de la destrucción!

Arquitectura / El Palacio Barolo

El Palacio Barolo

Nicolás Fratarelli

Primera publicación en Pagina 12 (2004)

Publicación corregida y ampliada"Mirada Y Crítica" (2010)



Como parte de la cultura arquitectónica de principio de siglo XX, el Palacio Barolo fue concebido como una arquitectura parlante.

A pesar de su fuerte individualidad expresada en el movimiento de su fachada, la masa de sus balcones, sus volúmenes salientes, la presencia de formas curvas, el predominio del lleno sobre el vacío, y su estilo inclasificable, el Pasaje Barolo es parte del tejido urbano. Es un hito que se mimetiza con el conjunto, un Palacio que se abre a la ciudad.

Símbolo del capitalismo incipiente de aquellos días en que Alvear era Presidente de la Nación y la Argentina granero del mundo, su gran puerta invita a los peatones a atravesarlo. Su pasaje, que une Avenida de Mayo con la actual calle Hipólito Irigoyen, lleva a sus visitantes a recorrer la galería comercial de su planta baja y a admirar parte del interior que actúa para afuera.

Mas allá de ciertas reglas clásicas de composición para diseñar la planta del edificio, como por ejemplo el uso de del número de oro y de la sección áurea, el Palacio Barolo es reconocido como uno de los iconos de la primera modernidad.

Desde su inauguración en 1923, con sus 103 m de altura, hasta la llegada en 1935 del Kavanah (Sanchez-Lagos-De La Torre) con 120 metros, fue el edificio más alto de la ciudad superando al primer rascacielos porteño, la Galería Güemes (Francisco Gianotti), por 16 metros.

Su provocadora altura manifiesta la locuacidad del poder, porque desde el primer momento que Mario Palanti (1885-1968), arquitecto milanés, se puso a las órdenes del empresario textil Luis Barolo, también italiano, se aprestó a crear el edificio más importante de la ciudad hasta entonces, y a mostrar el peso económico de quien era el dueño de la primera hilandería de lana peinada del país y de grandes extensiones de cultivos algodoneros en el Chaco argentino.

Palanti, admirador de Dante Alighieri y estudioso de la Divina Comedia, no se privó de dotar al edificio de numerosas referencias metafóricas y alusiones textuales de la gran obra literaria del artista florentino. A las tres franjas verticales que componen la fachada (una central que marca la torre y enfatiza su altura y dos laterales que se toman al resto de la ciudad), le incorpora tres niveles horizontales, donde los principios de la arquitectura clásica de basamento, desarrollo y remate, se asemejan con los de la composición de la Divina Comedia: infierno, purgatorio y paraíso.

Así es como, por ejemplo, en la planta baja, en el pasaje, allí en el infierno, cerca del pecado, vigilan el paso de los peatones unas ménsulas con formas de dragón que salen amenazantes desde las paredes laterales, o como en la parte superior de la torre, en el paraíso, cerca de la virtud, recortado en el cielo, se encuentra como remate volumétrico del edificio la representación de los 9 coros angelicales.

Mas cerca de la tierra, alejado de Beatriz,  cosido por un gran espacio vertical interno que los unifica, los tres primeros pisos, se encontraban destinados a la residencia del mismísimo Luis Barolo, el resto era un sublime edificio de renta hoy devenido en oficinas.

Sus 22 pisos que se posan sobre grandes pies que lo sostienen estructural y visualmente, rematan en una estupenda cúpula que en su parte superior incluye un faro con todas las connotaciones simbólicas que por si mismo tiene este elemento, como guía, como señal, como antorcha que muestra caminos, como linterna que informa sobre acontecimientos deportivos. (Ver Dante entre Dempsey y Firpo)

La singularidad del Palacio Barolo se nota en cada rincón. Mario Palanti se abocó a diseñar cada  parte del edificio, proyectando desde  los ascensores hasta las manijas de las puertas. Dejando así estampada su firma en cada fragmento de su creación, de la misma manera que lo fue haciendo en la ciudad con sus otras obras como el Hotel Castelar, el Cine Roca, el Banco Francés-Italiano, entre otras y también en Montevideo con el Palacio Salvo, clon del Barolo.

Majestuoso, altivo, altanero hoy vemos que el Palacio Barolo se yergue orgulloso en la ciudad y mantiene aún su vigencia.


Dante entre Dempsey y Firpo

Vi yo al Minotauro hacer lo mismo

Y el guía me gritó  “corre al pasaje;
Mientras está furioso, tu desciende.”

La Divina Comedia


Estaba promocionada como la pelea del siglo. Jack Depsey recibía en Nueva York a Luis Angel Firpo, el Toro de las Pampas. Corría septiembre de 1923 habían pasado dos meses de la inauguración del Pasaje Barolo. Firpo caía una y otra vez en el ring del Estadio de Polo Grounds , y una y otra vez se volvía a levantar esperando su momento, hasta que éste llegó, y su derecha impactó de lleno en la cara de Depsey como pegaba el sol en el rostro de los algodeneros del Chaco y lo envió fuera del ring. Firpo creía tocar el cielo con las manos, llegar a los más alto, ser parte del paraíso, pero pasaron 17 eternos segundos hasta que el boxeador norteamericano con la irreglamentaria ayuda de sus colaboradores volviera al infierno de la batalla y recién allí el árbitro, norteamericano como Dempsey, comenzara la cuenta que nunca llegó a diez. Nada que hacer, el destino para Firpo estaba marcado. En el segundo round todo se terminó. Demsey derriba por última vez al coraje de Firpo propinándole su séptima caída que será la definitiva. El faro del Palacio Barolo marcaba el color rojo anunciando el irremediable resultado de la pelea, mientras todos esperaban el color verde de la victoria que no pudo ser.

martes, 6 de septiembre de 2011

Literatura / La falta y otros cuentos

La falta y otros cuentos 
Nicolás Fratarelli

 

SUMARIO
Paredes blancas con algunos clavos sin sentido
Policiales
Tres personajes
Gurú
En bicicleta
Domicilio desconocido
Alberto Marino
Palomas
La falta
Eugene
El  encuentro
La bendición
Vilma
Ana entonces
Las Prostitutas de Constitución
Tres esquinas
Fin del Cuento

 Advertencia
            Escribir concede ciertos privilegios, como viajar de colado por el mundo, propio, de otras gentes.
La literatura permite que desde una mesa de café, se pueda viajar en el tiempo, con un “jubón prímula” o con un saco sastre marrón otoño con las mangas sin devanar. Permite que se pueda viajar en el espacio sobre bicicletas bucaneras, sobre globos aerostáticos a medio inflar o encima de un bicho bolita. Admite que se pueda viajar en los recuerdos, en los devenires, en el acaecer, en las frustraciones, en los que logré y en lo que nunca  lograré; que se pueda viajar por una ciudad Cortázar que parece inventada, por ciudades que de tan Calvino parecen invisibles.
Aprueba que se pueda viajar por ciudades donde Hopper dibuja soledades en las esquinas, donde Doisneau fotografía besos en la veredas, donde Borges, como buen urbanista, diseña planos de humillaciones y fracasos, donde Carlo Butti ruega “Torna piccina mia…”, donde Goyeneche canta desencuentros mientras Discépolo le dicta en calzoncillos.
La literatura nos permite andar, recorrer, rodar, transitar, vagar, errar por caminos con la misma curiosidad con la que Leopold Bloom deambulaba, con rumbo aunque sin certezas, por las calles de Dublín.

Los  cuentos reunidos en este volumen viajan. Y mientras viajan,  tratan de construir un pequeño mundo, un universo sempiterno que entra en una libreta de anotaciones que se lleva en el bolsillo trasero del pantalón.
Su amuchamiento contiene muchos relatos inéditos, algunos que fueron publicados -y corregidos-  y otros añejados, que, como José Buendía, sobrevivieron al escorbuto, a las virtudes del cinabrio y a la peste del insomnio. Con todo esto, el libro trata de acortar caminos por terrenos cenagosos con una carretilla de imágenes, trata de abrirse a la mar con la proa de la palabra y una bitácora que aunque destartalada nunca deja de ser  honesta.

Los textos que aquí se exponen son muchos textos a la vez. No es inspiración de un creador. Su producción bebe agua de muchas fuentes. En ella influye la calle tanto como otros libros, la voz de los sin voz tanto como la obra maestra. Después, uno, con toda esta menesunda, trató de hacer lo que supo, lo que quiso y lo que pudo.
Y por último: aunque mal le pese al autor, el lector sabrá qué decir sobre estos escritos, y aunque mal le pese al lector, al autor no le importará.

Vaya la advertencia.