lunes, 11 de julio de 2016

TEXTO RABIOSO 2 - JUNIO 2016

A NADIE LE IMPORTA LA CORRUPCIÓN
N.F
18-6-16
I
A nadie le importa la corrupción. A nadie.
Cuando se cuestiona la corrupción se cuestiona otra cosa, pero no la corrupción.
La corrupción, como tal, es un tema que instalan los corruptos para que nos indignemos de la corrupción. Eso es la corrupción. La corrupción les sirve a los indiferentes, a los autodenominados neutros y a los despolitizados, para decir que en política “todos son iguales”; y les cae como anillo al dedo a los garantes del sistema conservador corrupto para criticar: a la política como tal, a la militancia con sueños y los proyectos populares.
Los que hablan de corrupción circunscribiéndola al mero tema de “la corrupción”, son, tan ingenuos –iba a decir imbéciles-, que terminan siendo funcionales a las gentes que necesitan que la corrupción exista para seguir sobreviviendo.
La discusión por la corrupción anula la discusión. Limita la discusión. El que habla de corrupción, lo hace, no porque le interesa hablar de la corrupción, sino para no discutir qué proyecto de país quiere. No discute políticas, no discute proyecto. Apenas esboza alguna que otra generalidad, como “la república”, “la democracia”, “la ciudadanía” (y otros etcéteras) para decir nada. Cuantas más generalidades expresan menos dicen. Sus parlamentos se llenan de ausencias de sustancia.
Hablan con slogans, con frases cortas, publicitarias: “¡Cuánta korrupción! ¡Qué korrupción!” “Todos los k son iguales”, “Son todos korruptos”… y así –con k- arme la frase que más le guste.
Si importara la corrupción, estos mismos indignados por la corrupción de cualquier lópez, se indignarían por la corrupción de los señores de camisas blancas. Pero no es así. En principio, a los que no se soportan son a los lopez –¡si ni apellido tienen!- y mucho menos lo soportan si estos lópez son k, porque estos lópez así, son poca cosa para robar (poka kosa), porque estos lópez así son los lopez que indignan. Los millonarios no. Estos tienen estilo, tienen otros apellidos. Apellidos con alcurnia con descendencia. Tienen apellido de verdad no se llaman lopez. Los lopez con otros apellidos roban con clase. Arman en el mundo países que viven de administrar el robo organizado del mundo, pero los arman tan prolijos que sus ciudadanos no tiran papeles en el piso y los autos que van por sus calles prolijas aprietan el freno ni bien ven a un peatón pisar la línea de cebra.
Para el que se indigna con la corrupción lopez, esto no indigna. Al contrario, causa admiración y respeto. El millonario no indigna. El millonario se ganó lo que ganó y con eso hace lo que quiere y si quiere ponerlo en Panamá o en cualquier lugar que se le ocurra, pues bien, que lo ponga, que para eso bien supo explotar a miles de personas, bien supo evadir sus buenos morlacos de impuestos y bien supo aprender y sacar buenas notas en las universidades que le enseñaron a cómo hacerlo prolijamente.
Nos indignamos con las bolsas de consorcios llena de plata de los corruptos como los lopez. Con esos billetes envueltos en papel film. Pero, ¿Nos indignamos por el hecho de corrupción en sí mismo o por la real-burda historia? ¿Si este López no era” k” y hubiese robado la misma cantidad de plata y la hubiese depositado en un banco de Lichtenstein o de Andorra, o de Bahamas o de Panamá o de Suiza, hubiese indignado de la misma forma? ¿O acaso López, este López y todos los lópez que roban no son tan corruptos como los lopez con otros apellidos, y bien educados, que evaden en paraísos fiscales? (vaya eufemismo: “paraíso” se le llama -así el poder comunicacional impuso el término- a los lugares donde administran la plata más sucia del mundo.)
¿Será que este López “no la hizo bien”? , según la visión del indignado medio de la corrupción. ¿Será que a López lo critican más por estúpido que por ladrón? ¿Será que a este tipo de lopez lo critican sólo, tan sólo, solamente, únicamente digo, porque estuvo en el gobierno kirchnerista? Y nos viene al pelo así nos llevamos puesto a todos los kirchneristas y a todos los que votaron kirchnerismo y a todos los simpatizantes de esta banda de ladrones y de paso nos llevamos puesto a los que se quejan de los aumentos de la luz, del gas (que entre paréntesis me llegó ¡$3500! Por tres estufas y una cocina –perdón por la digresión-) y nos llevamos puestos también a los que se quejan del desempleo, de la inflación, del precio de la carne, de la falta de talles de pantalones, del largo de los tallarines y de que el nueve de nuestro equipo no le haga un gol ni al arco iris. ¿Será entonces, que realmente alguien le importa la corrupción?
II
Los medios de comunicación hegemónicos que denuncian el caso, más que hablar, nos hacen hablar. Nos dan letra. Marcan agenda. Nos hacen hablar de lo que ellos quieren que hablemos (así lo estoy haciendo yo en este momento). Nos dice que digamos lo que ellos quieren que digamos. Somos hablados por ellos. Ponen y sacan opiniones del aire, ponen y sacan argumentos y hechos según sus propias conveniencias y según el momento que haga falta sacarlos o ponerlos. Hoy apoyan a este gobierno de millonarios y mañana apoyaran a otro si les hace falta, y le soltarán la mano a los CEOS de hoy si se les ocurriera tomar alguna medida no del todo conveniente para sus propios negocios, y le presentarán a la “opinión pública” las denuncias que ya tienen escrita, y guardadas en un cajón. Porque los CEOS buenos de hoy pueden llegar a ser los CEOS malos del mañana.
Los medios de comunicación hegemónicos, medios de poder estructural como ninguno, son tan patéticos y tan burdos como López (“Ganamos la guerra”, “Total normalidad” “la crisis se llevó otro muerto”). Llevan en su sus espaldas bolsas de consorcios llena de información que se acomoda a su circunstancia, repletas de operaciones políticas, y la tiran a la sociedad como López hizo con las bolsas de consorcios llena de plata en el convento de monjas. Los medios hegemónicos (y con ellos mucha gente de poder –e incluso la que no es de poder pero en su fantasía se cree parte de él-) se indignan de la corrupción mientras brindan con champagne que esta exista. La corrupción le da de comer -y de beber, champagne en este caso-. Con la corrupción los corruptos de los medios que gobiernan –no ya el un país sino el mundo (sino mirar los ejemplos de Brasil o EEUU como casos paradigmáticos)- venden más diarios y consiguen más influencias con los sectores del poder real, mientras que los corruptos que detentan el poder circunstancial -los que se conocen y los que no- pueden seguir siéndolo porque la corrupción como tal, como tema, como cosa, como estructura corrupta, lo apaña.
Es que en realidad a nadie le importa la corrupción y muchos menos a quienes se indignan de ella.
¿Alguien se pregunta quién le dio la plata al patético López? ¿Alguien se pregunta quién pagó semejante sobreprecio? ¡Claro que no! ¡Qué importa esto! La plata del empresario es del empresario, y este, el empresario que paga el sobreprecio, que no es un lópez cualquiera, que no es como el López corrupto –educado en guardar la plata bajo la tierra porque es tan, pero tan estúpido, que ni contactos con bancos tiene, y ni sabe de sacar la plata del país como si lo saben hacer los tipos bien educados que hoy ocupan cargos en los ministerios del actual gobierno- digo, este empresario que no es como un lópez cualquiera, hace lo que quiere con su plata incluso pagar sobreprecios –porque su plata es suya- . A este sujeto, como ganador social, no se le exige ninguna explicación.
Todo cambia señores. Quien en los noventa nos vendía los autos y construía las autopistas y cobraba los peajes que se ponían en las entradas de las mismas autopistas por las que con estos autos inexorablemente llegábamos, gana elecciones. Si en ese momento hubo sobreprecio en la obra pública, sólo Dios lo sabe. Esas informaciones nunca salieron a la luz, a nadie le importó, y a nadie le importa y tal vez sea así porque a nadie le importa la corrupción.

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