martes, 25 de junio de 2013

Arte Contemporáneo / Mondongo en el MAMBA

PROBAR MONDONGO
N.F.

Entre las muestra que se exhiben  en el  Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) se encuentra la de Mondongo (colectivo artístico compuesto por Agustina Picasso, Juliana Laffitte y Manuel Mendanha).


La exposición, curada por Kevin Power,  se compone de los trabajos realizados por el grupo desde 2009 hasta la fecha, y se presenta dividida en dos ejes temáticos: Retratos  y Paisajes. En ambos segmentos, encontramos diversas expresiones  y  técnicas variadas, no obstante (y, aunque tengamos que tomar un ascensor que nos lleve de una sala a otra para seguir viendo la muestra –como si fuese parte de la propuesta artística-)  el conjunto se lee como una unidad. Todo lo amalgama la libertad expresiva y  la destreza y la autoridad artística con la que los artistas dominan el material.


Más que retratos
Los retratos están trabajados con hilos de algodón sobre madera.  Parece increíble que con este material se consiga un resultado tan realista, una imagen tan fotográfica  y a la vez con tantas sutilezas.
Entre los retratos llama particularmente la atención el de Rodolfo Fogwill. La expresión conseguida es  tan poderosa que trasmite, sin mayores necesidades de interpretaciones, la fuerte personalidad del escritor devenido en modelo para la ocasión, cada trazo, expresa su nervio, su carácter, su energía.


Aparte de los retratos, en esta misma sala, encontramos unos cuadros que se insertan dentro de la pared del museo y que juegan con la idea del espacio y la perspectiva casi como una ironía, dado que ambos conceptos se hacen cuerpo en la profundidad del mismo cuadro. Completa este grupo  un, desde lejos, verdadero-costillar- de- vaca- disecado- producto- por- el -efecto- del- desierto,  que en principio parece una traspolación de ese elemento  al ámbito museo, y desde cerca  (como en casi toda la producción artística de este grupo),  nos guiña el ojo cuando ese hipotético resabio animal se manifiesta  realizado con monedas de cinco y diez centavos de curso legal.

Natural mente
Las obras de los paisajes (¿los, el?) se encuentran en otra sala.  La lectura comienza en un extremo y termina en el otro, en ese recorrido van pasando cosas. Va cambiando el panorama, vamos deslumbrándonos. 



Todo es un conjunto se compone de quince cuadros de aproximadamente dos metros de alto por tres de largo, dispuesto como una gran cinta,  curva, armada con cada obra  una al lado de otra, dando continuidad a todo un relato natural del paisaje -boscoso, casi selvático-  entrerriano. 



Lo que queda delante de nuestros ojos es altamente realista  sólo hay que animarse a dar un paso para entrar en ellos y comenzar a correr enloquecidamente en aquellos matorrales. Pero lo más original del tema es el material: está realizado todo en plastilina. Ramas que se escapan de los planos, el barro  que casi salpica, el ruido del agua, la  humedad que se nos impregna, los olores más o menos densos según el punto donde nos hallemos, los sonidos de los animales, todo eso está presente, no hay alegoría todo es real.


En este contexto, cada cuadro nos pide compromiso, complicidad, como en el juego de “Buscando a Wally”, no paramos de encontrar  elementos nuevos, cada mirada nos lleva a descubrir un detalle, nos hace entender  la composición del paisaje y esto, a su vez nos hace comprender  al arte que expresa este grupo de nombre tan particular.

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