miércoles, 17 de abril de 2013

Literatura / Domicilio Desconocido. La falta y otros cuentos


Domicilio Desconocido
Publicado en “La Falta y otros cuentos”
Nicolás Fratarelli

Esperó hasta que dieran el pronóstico del tiempo y apagó su radio que la acompañaba a todas las habitaciones de la casa. A pesar de las nubes oscuras, no iba a llover. Eso le dio ánimo para seguir.

Se puso su mejor vestido, uno negro bordado con formas de arabescos y cintas al bies, y con una sonrisa triste en la garganta, partió hacia el estudio de fotografía.

A primera hora había ido a la peluquería, fue la primera en ser atendida.
No era una concurrente habitual del lugar, salía poco y hablaba con poca gente. No conocía a la peluquera. Quizá hubiera querido tener más vida social pero sus ganas siempre quedaban en simple teoría. No obstante esa mañana se atrevió a hablar y comentó que quería un buen peinado porque se iba sacar algunas fotos, iba a decirle que se iba a “retratar” pero le pareció un terminó muy solemne, poco de ella y prefirió decirle “Me voy a hacer una fotos”. No hizo falta aclaraciones porque nada mas le preguntaron.

Fue al ropero y procuró su monedero, agarró más plata que de costumbre. Iba a tomar un taxi para ir hasta el estudio fotográfico.
Tomó las llaves y en el momento de salir volvió al espejo del baño y se miró. Se retocó el maquillaje del lunar con el que convivió incómodamente toda su vida y salió.

Caminó hasta la primera avenida y tomó el taxi. Beiró y Segurola, ordenó tímidamente. Quiso hablar con el taxista pero no lo consiguió, el gesto arisco del conductor la amedrentó, se arrinconó en el asiento y  se abstrajo de  escuchar las noticias descartables del día y las obscenas risotadas del locutor de turno y trató de poner la mente en blanco, pero no pudo.

Olga se quedó pensando en su soledad, en como le aturde el silencio de su casa cuando apaga su radio. En como extraña los tiempos que ya se fueron. Recuerda a su Montevideo natal, sus caminatas por la rambla, el río, la calle Convención, donde vivía. Extraña esa sensación de felicidad de cuando esperaba en el umbral de la puerta a su marido que venía de trabajar mientras el sol se posaba sobre el agua.
Extraña a su hijo a quien no ve desde hace tres años.


Tampoco pudo poner la mente en blanco cuando la fotografiaron. Ella creyó que lo había logrado pero cuando en la mesa de café abrió el sobre con las fotos y  vio su cara en las distintas imágenes, descubrió que su rostro pensaba en él, en su ausencia.

Eligió  la que consideró la mejor y en su reverso escribió.: Querido mío,  te mando esta foto que me tomé del día de mi cumpleaños. Siempre te recuerdo. Te quiere, Tu madre.

Al día siguiente Olga volvió a su tarea cotidiana. Se había terminado su día franco. Había cambiado su vestido negro por su traje de enfermera, el taxi por el colectivo. Con su  austeridad de palabras, limpió enfermos, almorzó en el comedor del hospital, repartió calmantes,  y luego de varios días una noche lloró.

A su regreso encontró una carta que le pasaron por debajo de la puerta. Estaba algo manchada, con una de sus puntas ajadas, una foto en el interior del sobre  y un sello que decía “domicilio desconocido”.

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