jueves, 8 de noviembre de 2012

Títeres / Sergio Mercurio


El Alma de los Trapos Viejos
N.F.

En una animada reunión en la casa de las hermanas Amundsen –amores pretendidos de los protagonistas de esta breve historia introductoria-,  el filósofo villacrespense Samuel Tesler, sensible y metafísico amigo de Adán Buenosayres, discute  sobre la existencia del alma con Lucio Negri “laureado en medicina”. Comienza Tesler.  

— La ciencia moderna parece obedecer a un plan diabólico —rezongó—. Primero se dirige al Homo Sapiens y le dice: «Mi pobre viejo, es mentira que Jehová te haya creado a su imagen y semejanza. ¿Quién es Jehová? ¡El Cuco! Lo inventaron los curas en la Edad Media, para que te asustases un poco y no anduvieses por los cabarets de milonga corrida. En cuanto a la inmortalidad de tu alma, es un cuento chino. ¡Pedazo de alcornoque, ¿de dónde vas a sacar un alma?!»
— ¡El alma! —Lo interrumpió Lucio—. ¡Por favor! La he buscado con el bisturí, en la sala de disecciones.
— ¿Y la encontró?
— ¡No me haga reír!
                                                                                                               (Adán Buenosayres. Leopoldo Marechal)
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Se apagan las luces, se baja una pantalla. Se proyecta un corto. Trata de un vecino del barrio. De mi barrio, del barrio del autor del corto. Trata de un vecino de Banfield Este. Trata de un hombre mayor -un viejo (¿?)- repartidor de soda. Grita: soooderooo. Maneja el camión. Lo hace con alegría. Está lleno de vida. Este señor además reparte agua. Agua. Reparte agua. Como el autor del corto que también reparte agua. El agua que nos hace vivir. Necesitamos agua. Estamos hechos de agua.

El autor es Sergio Mercurio. El titiritero de Banfield. Por la mañana fue a la cancha a ver a su equipo. Allí lo encontré. No lo conocía personalmente. Me acerqué le dije: “Esta noche te voy a ver”. Me agradeció con una cálida sonrisa a pesar del cero tres en contra.

El corto termina. El titiritero sube al escenario. Dice que en Argentina le decimos “viejo”  a los viejos de una manera cariñosa que ese término no encierra vetustez, sino cariño. Es así, nosotros, los argentinos, los sabemos. Él lo explica como lo explica cada vez que presenta su espectáculo por los distintos países de América Latina. Sabemos de sus actuaciones en Ecuador, Brasil, México Nicaragua…
Sale de escena.

Aparecen sus títeres. Las luces lo enfocan. Son los protagonistas de todas las historias. Hablan. Tienen opinión. Evocan el pasado. Viven el presente. No se anclan en fotos amarillas. Quien crea que es Mercurio el que dialoga con él mismo se equivoca. Quien crea que es él el que maneja los títeres y habla con ellos en un diálogo ininterrumpido, le pifia de medio a medio, quien considere que es Mercurio, el actor, el que cambia la voz para darle una caracterización distinta a cada uno de los personajes de pañolenci está fuera de foco. Es más, quien crea que los muñecos o títeres, son eso, muñecos o títeres son los que más se equivocan.

Mercurio sale de escena, los muñecos tienen vida propia están vivos, vivos y revivos, tienen voz, cuerpo, personalidad y un alma encendida como el lucero, estrella destacada que de chicos distinguíamos en el cielo, en ese cielo que a veces tenemos escondido, y que otras veces nos tratan de  tapar las almas en pena, los muertos en vida, o la gente a la que quizá no le pasó los años por arriba pero son vetustos por sus ideas y por sus sentires, y no viejos como a esos viejos que no pueden caminar solos, que le cuesta por orgullo pedirle al titiritero que lo lleve hasta el baño,  que llevan altiva su vida común, su vida vivida.

Las vidas de estos trapos, hombres y mujeres, a los que les cuesta subir las escaleras, tienen almas que van en ascensores. No son héroes, ni les importa serlos. ¡Vaya a saber cómo habrán sido las vidas reales de los héroes! (Lo más interesante de los héroes es saber cómo fue su vida real. Lo demás va y viene, medalla más medalla menos.) Estos  bailan, bailan y dibujan, dibujan y discurren, discurren y filosofan, filosofan y discuten, discuten y aman. Aman y dicen “¡qué bonito!”, así “que bonito” con tono bajo, bonito con minúscula, y de este modo agradecen a la vida estar vivos.  Porque cada cosa trivial, y cotidiana de cada persona(je) está llena de poesía.
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El doctor Negri que discutía con el metafísico amigo de Adán, tendría que ver el espectáculo de Sergio Mercurio, no le hará falta hacer ninguna disección. Allí encontrará el alma, sólo el alma. Alma, nada más que alma.

(Foto 1 Diario El Comercio.com de Ecuador)

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