domingo, 4 de diciembre de 2011

Cine / El estudiante

Llave al mar
Nicolás Fratarelli

“El estudiante”, la película de Santiago Mitre, con las actuaciones de Esteban Lamothe, Romina Paula, Ricardo Félix y Valeria Correa, fue un éxito inesperado dentro de la producción cinematográfica de este año. Como cualquier película argentina independiente, con recursos acotados, tuvo pocos lugares de proyección y escasa difusión antes de su estreno, sin embargo alcanzó y bastó con esto para capturar el interés del público.
Tanto en el cine Lugones, como en el Malba  la película se vio siempre a sala llena y  fue una dura tarea conseguir entradas para poder asistir a sus funciones. En poco tiempo, se convirtió en una película casi de culto, e impensadamente conquistó las portadas de los grandes suplementos de espectáculos de los diarios de alta tirada. Tuvo críticas elogiosas de manera casi unánime por la prensa especializada, y si bien no fue elegida como la película para representar a la Argentina en los premios Oscar -la Academia Nacional del Cine prefirió “Aballay”-  estuvo entre las nominadas  junto a un tanque como “Un cuento chino” con Ricardo Darín como figura convocante. (Tema aparte: quitando razones de índole únicamente comerciales ¿Por qué otro motivo nuestro cine –y el cine latinoamericano en general me atrevería a decir- debería seguir mandando cada año una película para que compita en una liga norteamericana que lo único que hace es lobby  y márquetin  para  garantizar el éxito de sus propias producciones?).

Frente a este estado de situación, cuando supe que de forma libre y gratuita pero con tiques, iban a proyectar el film en la facultad de Ciencias Sociales -en la sede de la calle Santiago del Estero- me aboqué entusiasmado a conseguir entradas. Luego de algunos rodeos, aunque sin las dificultades que se sucedían en las salas mencionadas,  pude obtener mi pase para ver  la película.
El ámbito no podía ser el más adecuado: ver “El estudiante” en Sociales, con la presencia del director del film, al lado de alumnos, docentes y autoridades de esa facultad y en un auditorio nuevo con las comodidades básicas que merece la universidad de Buenos Aires - no en la cueva en estado de semi destrucción como es la sede de “Marcelo-Te” donde se filmó casi la totalidad de la película-  era casi la situación ideal de cualquier cinéfilo.
No obstante, debo decir que a pesar de mis expectativas la película me decepcionó y no porque esté mal filmada -su realización es impecable- ni por sus actuaciones -son todas excelentes desde la primera hasta la última - ni por su guión -al que no pretendo discutir en estas líneas-, la película me decepcionó por su visión nihilista, por su mirada sesgada, y  porque a pesar de plantear un pretendido “final abierto” la película es cerrada, y prácticamente impermeable.
Desde un comienzo, la cinta muestra a  ese estudiante (Roque) que se convierte en militante político, como a “los estudiantes que militan” dentro de la universidad. “El” estudiante en el transcurso del film  pasa a ser “los” estudiantes, el estudiante deja de ser tal (Roque) para convertirse en un concepto de estudiante interesado en política.
La historia muestra a un estudiante-militante como un tipo que no da puntada sin hilo, un tipo que puede decir sí o “no”  bajo el único valor ético de la conveniencia personal, prescindiendo de cualquier ideología. Muestra a un estudiante -crónico- que calcula permanentemente cada paso, que no tiene ningún otro propósito más que conseguir réditos personales y que se rodea de gente que actúa de la misma manera, gentes sin sueños, sin pretensiones de cambios, gentes que se manejan únicamente con inquietudes sórdidas, avaras, mezquinas. El film desenvuelve un paquete que tiende a mostrar que todo es “rosca” y extiende esta visión a que toda la política universitaria (y la política en general) es así. Sin decirlo explícitamente manifiesta el  resignado discurso de taxi que masculla “acá todo es así” cuya única solución podría encontrarse en el desvaído relato del “que se vayan todos”. La película  corrobora lo que el imaginario social  piensa: que la política universitaria se maneja de la misma manera que en un Concejo Deliberante del tercer cordón del conurbano, y que la gente que hace política dentro, y  porque no también fuera de los ambientes académicos, solo piensa en el poder para consumo personal. Frente este panorama ¿Qué habrá pensado uno de esos estudiantes de sociales con aspiraciones reales de cambio  al finalizar el film y ver  el candado puesto y la llave tirada al medio del mar?

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