lunes, 26 de noviembre de 2012

Literatura / Policiales (La falta y otros cuentos)

Policiales
de “La falta y otros cuentos”

1
“… dos mil, tres mil, cuatro mil. Listo. A mano”.
El hombre ya había pagado sus cuentas.
No le gustaba quedarse con deudas. Era un hombre correcto.
Ni bien el sicario terminó de hacer su trabajo, le pagó el servicio de haber matado a su mujer.


2

En el “Gato Negro” un hombre tomaba café negro.
En su bolsillo, llevaba un fajo de billetes producto de un pago en negro.


En la mesa de la izquierda una mujer de zapatos negros le recordaba un pasado negro.
Al fondo un tipo de sombrero negro.
Desde la calle se acerca a la vidriera del bar un hombre vestido de negro.
Mira hacia adentro. Aguarda la mirada del hombre que toma el café negro. Cuando la obtiene le clava sus ojos negros.
El hombre que tomaba el café negro, acechado por el hombre de negro, sintió frío en la espalda.
Percibió un futuro negro.
Cuando el de negro que estaba afuera desapareció, el hombre que tomaba el café negro llamó al mozo de chaleco negro y pagó.
Dejó pasar unos minutos antes de salir.
Escuchaba el tic-tac de su reloj negro.
Ya en la vereda se cubrió con su sobretodo negro.
Miró a ambos lados.
Abrió su paraguas negro.
Huyó.
El cielo estaba negro.




3


Marzo. Siete de la tarde, estación Malabia. Calor. En el subte no cabe ni un alfiler. La incomodidad del viaje a hora pico está acompañada por dos sonidos: el del traqueteo de las ruedas contra las vías y el del murmullo sigiloso de los pasajeros.
En medio de este paisaje urbano de todos los días, una mujer.
Sesenta años, menuda, pelo blanco. Como puede, entre el apretujamiento, comienza a revolver su cartera. Busca algo. Parece que no lo encuentra. Sigue revolviendo cada vez con más vehemencia. Cuando confirma la falta grita “¡me robaron!,  ¡me robaron el teléfono y la billetera!” La gente que tiene a su alrededor la mira. Nadie dice nada. La mujer sigue gritando. Un hombre, vestido de negro, que estaba a su lado trata de tranquilizarla. “Cálmese señora”, le dice en voz baja. Saca su celular y le ordena “dígame su número”. Mientras la señora le dicta él marca.
Un teléfono suena.
(El aire comienza a hacerse denso)
El teléfono sigue sonando.
(La espesura del aire ya se puede cortar)


El murmullo del vagón se transforma en un silencio mudo.


En ese momento el subte llega a Dorrego.


Se abren las puertas.


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