“El molino y la Cruz”
Nicolás Fratarelli
Las aspas de Brieghel el viejo.
Luego de todo el dramatismo que encierra la película; de la excelente puesta en escena y de la detallada explicación histórica de la pintura de Pieter Brueghel, Brueghel el viejo, “El camino del calvario” (1564, óleo sobre tabla, 1,24 x 1,70 m)…
Luego de
mostrar la crueldad de la ocupación española en Flandes a fines del siglo XVI;
luego del trato magnífico que el director polaco Lech Majewski, le da a lo
cobarde, a lo heroico y a lo épico (mostrando con crueldad escenas del árbol de
la muerte, del calvario y de las de la crucifixión )…
Luego de
develar lo frívolo, lo prosaico y lo trivial con gigantesca lucidez (mostrando
con naturalidad como en el mismo momento que están crucificando a un Cristo
ensangrentado -en una cruz hecha con la noble madera de aquellos bosques- los
niños juegan entre sí , los padres entretienen a los más pequeños, los hombres
manosean mujeres, y los vendedores ofrecen sus mercancía, y más adelante, en una
imagen terrible por lo doméstico, mostrando a un grupo de españoles jugando a los dados al pie de la
cruz, al lado de la madre de Cristo, María, (Charlotte Rampling) mientras esta,
sufriente, vela a su hijo crucificado)…
Luego de que
el film con trazos sutiles muestra las elucubraciones del Brueghel pintor (Ruth
Hauer), donde expresa de modo pedagógico su modo de componer en el aire, de
mirar con los ojos cerrados, y de cómo éste le explica los detalles
compositivos de la obra a su amigo-mecenas (Michael York), revelándole las
líneas invisibles de su pintura (la poética comparación del pintor con el
trabajo de la araña elaborando su tela es de suma belleza)…
Luego de todo
esto, decía, luego de todo esto, la película termina, deliberadamente en el museo,
de Historia del Arte de Viena -Kunsthistirisches Museum- donde se exhibe la
obra permanentemente, de día y de noche, impávida, diciendo mudamente lo suyo tanto frente a ojos ávidos como frente a ojos
oscuros y cámaras de seguridad. En realidad, para ser más rigurosos, la
película “comienza a terminar”, y perdón
si cuento el final, en la reproducción
del lienzo de Brueghel expuesta en el museo, desde donde -en un plano secuencia-
la cámara va alejándose lentamente, lentamente, y va dejando a la vista de
todos primero otro de los cuadros importantes de Brueghel, “La torre de Babel”, luego el resto del
museo, y tras este, como un calvario al revés, sus pasillos, su calma, su
soledad, sus puertas, sus esculturas -cada parte del edificio- como queriendo
mostrar que algo realizado con talento y sensibilidad y que puede sintetizar
tanta vida y tanta muerte -en este caso la obra Brueghel- también puede convertirse fuera de contexto -sin estudio y sin información- en apenas una
pintura colgada, que se disfruta como un mero hecho estético y nada más.
Parar el viento.
Si interesa
mi opinión la digo: la película es excelente. Pero no sólo desde lo histórico, la
película es muy buena como cine. Pero,
como buen buscador de la mosca en la
leche, le hago una objeción -que en realidad no es tal-, para mí la película,
cinematográficamente hablando, termina en la imagen de las aspas del molino
detenidas, con el sol filtrándose por la base hecha con listones madera
sobresaliendo de las alturas de la colina, en una toma desde abajo, con la cámara
que se acerca hasta cortar la parte superior del cuadro y que dibuja en escorzo,
a la vista de todos, la cruz de Cristo.
Esta escena es tan bella y tiene tanto significado que en sí misma remata
cualquier historia. Es una imagen muy poderosa. Intensa. Importante tanto en su
forma como en su contenido. Allí las aspas de ese molino, esa equis de brazos
iguales, ese símbolo de un pueblo que protesta contra la organización terrena
de ese cristianismo, se hace cruz de Cristo,
se hace cruz de Cristo matado por otro cristianismo que muestra crucifijos en
las cárceles, santifica prisioneros y besa evangelios. Lo terrible y lo sublime
se unifica en esa imagen, en esa sola imagen.
Sin embargo
el director prefirió lo “teórico”(o lo histórico) a lo cinematográfico. Trataré de explicarme
mejor. La idea de comenzar una película recreando la escena de una pintura, no
es original. Tampoco lo sería si, esa hipotética película, comenzara así y terminara
de la misma manera, o sea partiendo de un lugar y llegando al mismo lugar,
sería un recurso simple pero válido: algo detenido, toma vida se desarrolla y
vuelve a ser eso que era en origen, algo detenido.
Lo excelente
de la propuesta de la película, es que no busca “recrear” la obra de Brueghel,
sino “atravesarla”. Dicho de otro modo Majewski no quiere llegar al cuadro, sino traspasarlo. Y así lo hace. El
director relata la historia hasta llegar a recomponer el cuadro con cada parte
en su lugar, y allí DETIENE EL
VIENTO, y crea la gran escena del
la cruz, la del molino, la de Cristo, y
en ese momento hace aparecer a Brueghel,
al pintor, pidiéndole que le avise al molinero que pare la historia por un
instante, para que él, Brueghel (Majewski) con su arte, con su pincel, pueda
detener ese segundo, casi como lo haría un fotógrafo en estos tiempos, como si
fuera una radiografía plasmada con óleos. Pasado ese momento, otra vez aparece el
aire, la orden de “respire” que daría cualquier radiólogo, y allí la historia
continúa, y como una lanza atraviesa esa placa terminada, lo que hace que la
película se enriquezca desde lo teórico, desde lo discursivo pero se debilita
como película. Igual, y más allá
cualquier objeción de buscadores de mosca en leche, la película es puro cine a
tal punto que prácticamente sus personajes no necesitan hablar, porque con el
cine todo se explica y su propia materialidad se convierte en un texto abierto
frente a nuestros ojos.
Telam - 12 de Agosto
Lech Majewski se introduce
en el universo de Brueghel con “el molino y la cruz” Paulo Pécora
El artista y cineasta polaco Lech
Majewski es el autor del fascinante largometraje “El molino y la cruz”, un
viaje al interior simbólico de la enigmática pintura de Pieter Brueghel “El
camino al calvario”, en el que también reconstruye los abusos y matanzas
cometidos por la ocupación del imperio español en Flandes.
En su famoso lienzo de 1564, Brueghel el Viejo reconstruye la historia católica de la pasión de Cristo y su camino hacia la crucifixión, pero trasladándola a la Flandes de la brutal ocupación española con cientos de personas en escena, entre pobladores y soldados de capa roja, y un sinnúmero de pistas, símbolos e indicios que evocan un gran misterio irresuelto.
Confrontando la sangrienta represión
española con la Reforma protestante en los Países Bajos, “El camino y la cruz”
ofrece una vibrante meditación sobre el arte y la religión, además de proponer
una alegoría y una profunda mirada sobre la libertad religiosa y los derechos
humanos.
Protagonizada por Rutger Hauer como
Brueghel, Michael York como su amigo y coleccionista de arte Nicholas
Jonghelinck, y Charlotte Rampling como la Virgen María, la película que este
jueves llega a cines locales, propone un periplo deslumbrante y poético al
interior de ese célebre cuadro, que Majewski pudo reconstruir recién después de
cuatro años de trabajo e investigación para entenderlo y saber cómo
reproducirlo.
“Cuando hago una película trato de usar el lenguaje simbólico subyacente, aunque soy consciente de que no todos los van a interpretar. Actualmente todo debe ser explícito pero a mí me gusta esconder y dejar cosas por debajo de lo comprensible como lo hacía Brueghel”, afirmó Majewski en relación con los múltiples enigmas que -al igual que el cuadro- plantea su película.
En una entrevista con Télam en Pinamar, donde presentó personalmente el filme, el multifacético artista (que además es pintor, poeta, ensayista y fotógrafo, entre otras cosas) recordó que “la pintura me eligió a mí, es así de sencillo.
Un crítico me envió un libro sobre el cuadro de Brueghel y me gustó tanto que quise hacer algo sobre eso y así fue cómo surgió la película”.
Ese crítico se llama Michael Gibson y en 2005 le acercó a Majewski su libro “El molino y la cruz”, un profundo análisis del cuadro de Brueghel, a partir de la fascinación que le provocó “Angelus”, un filme anterior del director polaco, que a su vez leyó el libro y se propuso crear imágenes equivalentes a la calidad del texto.
Para Majewski, el desafío no era enteramente nuevo, ya que había tomado temas relacionados con la pintura en filmes anteriores, como cuando escribió el guión original de “Basquiat”, dirigida por Julian Schnabel, y cuando dirigió “El jardín de las delicias”, basado en la famosa pintura homónima de Jeronimus Bosch.
“Cuando era adolescente iba mucho a Viena y en el museo me pasaba horas y horas en una sala dedicada a Brueghel. Con el arte antiguo uno pude sumergirse en la filosofía y en los misterios de la vida. De Brueghel recibí una lección de filosofía además de un ejemplo de pintura”, recordó el cineasta.
Majewski añadió que “cuando uno ve sus temas lo que más salta a la vista es que sus personajes están escondidos. Hay un misterio y uno empieza a preguntarse qué es lo que esconde, por qué no lo pone en evidencia y ahí empiezan a surgir las respuestas. Cuando los eventos importantes suceden a veces nadie lo nota, porque la gente no ve más allá de sus narices”.
Filmar “El molino y la cruz” le demandó a Majewski cuatro años de investigación, paciencia e imaginación, en los que el director tuvo que entender cómo Brueghel había logrado combinar en una misma imagen 7 perspectivas diferentes y reproducir, en base a pigmentos orgánicos, los mismos colores y tonalidades de la pintura medieval.
“Fuimos descubriendo cómo hacerlo a medida que íbamos recorriendo el camino. Fueron 4 años de trabajo, el primero de los cuales lo dedicamos a confeccionar los vestuarios y las telas, a producir tinturas orgánicas con cebollas y otras sustancias”, recordó el director, que contrató a 40 campesinas polacas para que tejieran a mano, sin moldes, todos los trajes que usan los personajes de la película.
Majewski señaló que “Brueghel era un realista en función de los detalles y eso me engañó un poco, porque asumí que los paisajes eran realistas, pero en realidad eran paisajes locos e imaginarios. Este cuadro es un fenómeno muy extraño, porque él produjo un paisaje basado en 7 perspectivas diferentes y contradictorias, todas al mismo tiempo”.
“Esto me permitió entender y así pude poner a 500 personas en un mismo plano, todas visibles. Tuve que romper las 7 perspectivas y buscar esos paisajes en la naturaleza. Copiamos y extendimos el cuadro de Brueghel y animamos algunas ramas y hojas para darle movimiento, además de filmar a los personajes en un fondo azul”, explicó.
Posteriormente, se explayó, “fuimos agregando capas y capas de todas estas imágenes en postproducción. En la película hay imágenes que tienen un mínimo de 40 capas superpuestas, mientras que hay otras que tienen un máximo de 140, un trabajo que nos llevaba 8 días con 24 computadoras al mismo tiempo”.
En relación a sus múltiples actividades artísticas, Majewski afirmó estar interesado “en la escultura, la ópera, la fotografía, la edición, el vestuario, las novelas y los ensayos. Sin embargo, soy mucho más inferior que los hombres medievales, que eran verdaderos genios que trabajaban muchísimo. Nosotros somos unos haraganes comparados con ellos”, agregó.
“Y porque somos una haraganes no sabemos nada del lenguaje más sencillo, más simple. El lenguaje fue abusado, y se abusa tanto de él que las cosas pierden sentido. Tenemos que redescubrir el lenguaje. Ahora todo el mundo puede decir cualquier cosa, y eso no quiere decir nada”, advirtió el cineasta.
“Los políticos y la TV hacen lo que quieren y manipulan el lenguaje. Eso todo el tiempo invade nuestra vida privada, pero el mensaje se pierde. Ahora vivimos en una gran confusión. Antes la gente tenía que pensar antes de escribir. Ahora se dice mucho pero nada significa nada, ni nada es importante”, añadió.
Pesimista en relación a la actualidad, Majewski destacó que “podés darle basura a la gente y si tenés a alguien que sepa venderlo podés hacerte millonario. La gente está estupidizada y esto tiene que ver con los negocios y con que no tenemos elección. Tenemos mil opciones para consumir, pero son todas iguales”.
http://www.telam.com.ar/nota/34719/
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