Viendo a Biondi
Nicolás Fratarelli
Biondi en Banfield.
Publicadoen El Banfileño Libro
y en El Banfileño Noviembre 2013
¿Y
si ese pibe de siete años no se hubiese parado sobre sus manos? ¿Y si
esa troupe no hubiese pasado por esa calle justo en ese momento? ¿Y si el
moreno del circo no hubiese mirado hacia esa vereda? ¿Y si la madre hubiese
respondido: “NO”?
(Es sabido que las historias objetivas no
existen, que todas ellas son siempre una construcción, que las historias
contra-fácticas tienen más que ver con la ficción que con cualquier realidad.)
Pero
lo cierto es que el pibe se paró sobre sus manos, que la troupe pasó por
la calle en ese momento, que el negro lo vio antes que a éste lo
desequilibraran sus amigos, y que cuando el morocho con su voz oscura le
preguntó a la madre del niño si podía llevárselo al circo a cambio de comida
esta le contestó: “SI”.
Aunque la biografía de Pepe indique que el
día de su nacimiento haya sido un cuatro de septiembre de 1909 en Barracas, que
fue el tercer hermano de ocho, que fue hijo de
inmigrantes italianos sin oficio, que se mudó a ese Banfield sin
fronteras que hoy es Remedios de Escalada, Lanús, y para esa época era partido
de Avellaneda; la realidad indica que Biondi, el Biondi que conocemos, nació el
día que el negro lo vio patas para arriba; y que esa pirueta fue la primera de
una carrera que lo sacaría de ser un pibe sin futuro, o un pibe con futuro de
paria, no más.
El niño en el circo aprendió acrobacias y
comió, pero no la pasó bien. Lejos de ello. El payaso brasileño, el negrote que
deleitaba a grandes y chicos con sus
monerías, a él no lo hacía reír. Más vale todo lo contrario; le imponía un
entrenamiento exigente que constaba de duros castigos. Hasta los doce años cuando dejó el circo, el
Pepe niño, el acróbata incipiente, entre
sollozos resistió las golpizas del clown llamado cándidamente “Chocolate”.
El destino llevó a Pepe a hacerse
canillita. Paradojas de la vida: Pepe vendía los diarios que no sabía leer,
porque era analfabeto; cómo no serlo, nunca había recibido ninguna escolaridad.
Recién a los dieciséis años aprendió las primeras letras.
Pero para Pepe la vida daba vueltas en
círculos. Y otra vez el destino le volvía a mojar la oreja: “¿Qué
hacés vos acá?”, “Al circo no vuelvo”,
“Hacemos Varieté entonces”, “No sé cómo es eso”, “Se paga bien”, “Decime
entonces”, “Vos haces las acrobacias y yo los chistes”. Y otra vez, si el ex compañero de circo no pasaba por esa
esquina de Buenos Aires, o si Pepe en ese instante cruzaba de vereda, o si ese
día Pepe decía NO, todo cambiaba. Pero Pepe dijo SI, y volvió al espectáculo,
esta vez junto a su ex compañero, uno de los payasos de aquel circo Anselmi,
Napoleón Seth.
Patapúfete
El dúo duró lo que duró. Pepe aprovechó la
experiencia. Se nutrió de nuevos sketchs, aprendió a dar tortazos y a propinar
cachetazos de circo barato.
Pero el giro definitivo de su carrera se produjo cuando
conoció al Dick (Bernardo Zalman Ber Dvorkin), un comediante ruso. La sinergia
entre ellos fue instantánea. Y se soldaron. Y
empezó todo de nuevo. Ambos terminaron armando una fusión eficaz al
estilo Abbott y Costelo. El gracioso era Pepe
y su partener el serio. Tuvieron
éxito. Llegaron a actuar en cine con Niní Marshall. Juntos fueron a todas partes y lograron ser
reconocidos por toda Latinoamérica y España, hasta que el extenso itinerario del dúo terminó en Cuba.
El
secuestro de Pepe en Cuba
Cuando llegaron a la isla caribeña, en
1958, Dick y Biondi ya era una pareja exitosa.
Venían de tener su debut
televisivo y un éxito fenomenal en México
- en realidad volvieron porque habían pasado por la radio cubana años
antes con muy buena repercusión-. Cuando llegaron al país manejado por
Fulgencio Batista, Biondi ya era Biondi.
Definitivamente había dejado de ser el tercero de ocho biondis, para tener
nombre propio. Ahora era él mismo, el otrora pibe analfabeto, el que escribía
sus propios guiones para los sketchs.
-Ve
el guardapolvo que está allá.
-Sí,
doctor.
-Adentro
del bolsillo hay un papel
-¿Le
traigo el papel?
-No,
tráigame el guardapolvo.
Un día Dick se enamora. Que pin que pan. Se
desuelda la aleación que había funcionado por más de veinte años. Biondi sigue su carrera solo. Por qué
negarlo, en su talento residía el secreto del éxito del binomio. “El Show de
Dick y Biondi” se convirtió en “El show
de Pepe Biondi”. El pueblo de la Cuba prerevolucionaria tenía un único motivo de risa: Biondi, el resto era
penuria.
Un día le dijeron: “Biondi, hoy Cuba no
debe reír”. Se lo dijeron quienes reían con él, lo hicieron con tono
explicativo, se lo comunicaron cortésmente cuando Pepe salía de su casa hacia
el estudio de televisión. Quienes lo interceptaron eran jóvenes del movimiento
revolucionario “26 de julio” que se preparaban para echar al dictador. Se llevaron
a Pepe, le explicaron sus planes. Lo trataron como a un amigo. Por la misma
época habían secuestrado a Fangio. Eran golpes de efecto de una revolución que
se acercaba a poner justicia en un país-casino. Biondi para ese entonces ya era
Fangio y Fangio Gardel. Por lo tanto Biondi también era Gardel.
Y llegó el 1 de enero del 59. En ese momento Cuba entraba en otro proceso y
Biondi terminaba su itinerario nómada para volver definitivamente al país que
lo vio nacer.
Viendo
a Biondi
Cuando lo contrata la televisión argentina
en 1961, Biondi no era conocido en el país, sin embargo en poco tiempo se
convirtió en el artista más popular de
la época. Armó personajes legendarios,
entre ellos: Pepe Galleta, el único guapo en camiseta. Argentina ahora reía con él y lo reconocía
como un gran humorista. Biondi así vengaba su pasado.
Pero su cuerpo no lo acompañó, su salud se fue deteriorando paulatinamente y luego de diez años de éxitos y operaciones
(“otros cómicos salen de vacaciones, yo
salgo de los quirófanos”) la televisión lo declaró prescindible y este
hecho fue para Pepe un golpe tan atroz
como los que tenían aquellos con gusto a chocolate.
-Dígale
a la cocina que está en la señora que
traiga la sopa en el plato…
-Pero
no, al revés…
-¡Cómo
al revés! Si pone el plato al revés se cae toda la sopa.
Murió a los 66 años. Vivió más malas que
buenas. No sabemos si le ganó al destino, pero de lo que estamos seguro es que,
al menos, como buen payaso, le arrojó en
la cara algún que otro tortazo.
Fuentes:
Edgardo Sarri. Entrevista a Margarita
Biondi. 2013.
Elbio Tomassini y Matías Babino.
Patapúfete. Vida y obra de Pepe Biondi. 1999.
VV.AA. “Biondi”. Fascículo “Ídolos del
Espectáculo Argentino”. Clarín. 2008.
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Biondi
de Banfield
-Quiero
presentarme: soy inventor.
-¿Ah,
sí? ¿Qué inventó?
-Algo
para pasar a través de las paredes.
-¿Y
qué es eso?
-Una
puerta.
Este chiste, simple y directo es una
pequeña muestra de lo que era Biondi. Biondi siempre tuvo paredes que lo
rodearon y siempre se las rebuscó para atravesarlas de un modo u otro. Si no
eran muy altas las saltaba. Si su acrobacia no alcanzaba para evitarla
inventaba puertas donde no las había.
Biondi siempre saltó fronteras. Como
personaje de borde debió reinventarse permanentemente para sobrevivir. Para los
amantes de las exactitudes Biondi vivió, como pudo, en Escalada, que no es
Banfield. Pero para aquellas épocas las
fronteras de los barrios se confundían
en los arrabales. Hoy Banfield y Escalada tienen límites claros, en aquella época ese contorno
se difuminaba en potreros con olor a manzanilla.
Uno de los hermanos vivió aquí y el recorrido
de Pepe por nuestras calles fue frecuente. A la pregunta ¿Es Biondi de
Banfield? se la puede responder con un acto: poniendo puertas donde existen
muros.
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