viernes, 28 de febrero de 2014

Literatura / Viendo a Biondi / Relato

Viendo a Biondi
Nicolás Fratarelli

Biondi en Banfield. 
Publicadoen El Banfileño Libro 
y en El Banfileño Noviembre 2013 


Qué Suerte para la desgracia
¿Y  si ese pibe de siete años no se hubiese parado sobre sus manos? ¿Y si esa troupe no hubiese pasado por esa calle justo en ese momento? ¿Y si el moreno del circo no hubiese mirado hacia esa vereda? ¿Y si la madre hubiese respondido: “NO”?
(Es sabido que las historias objetivas no existen, que todas ellas son siempre una construcción, que las historias contra-fácticas tienen más que ver con la ficción que con cualquier realidad.)
Pero  lo cierto es que el pibe se paró sobre sus manos, que la troupe pasó por la calle en ese momento, que el negro lo vio antes que a éste lo desequilibraran sus amigos, y que cuando el morocho con su voz oscura le preguntó a la madre del niño si podía llevárselo al circo a cambio de comida esta le contestó: “SI”.
Aunque la biografía de Pepe indique que el día de su nacimiento haya sido un cuatro de septiembre de 1909 en Barracas, que fue el tercer hermano de ocho, que fue hijo de  inmigrantes italianos sin oficio, que se mudó a ese Banfield sin fronteras que hoy es Remedios de Escalada, Lanús, y para esa época era partido de Avellaneda; la realidad indica que Biondi, el Biondi que conocemos, nació el día que el negro lo vio patas para arriba; y que esa pirueta fue la primera de una carrera que lo sacaría de ser un pibe sin futuro, o un pibe con futuro de paria, no más.
El niño en el circo aprendió acrobacias y comió, pero no la pasó bien. Lejos de ello. El payaso brasileño, el negrote que deleitaba a grandes y  chicos con sus monerías, a él no lo hacía reír. Más vale todo lo contrario; le imponía un entrenamiento exigente que constaba de duros castigos.  Hasta los doce años cuando dejó el circo, el Pepe niño, el acróbata incipiente,  entre sollozos resistió las golpizas del clown llamado cándidamente “Chocolate”.
El destino llevó a Pepe a hacerse canillita. Paradojas de la vida: Pepe vendía los diarios que no sabía leer, porque era analfabeto; cómo no serlo, nunca había recibido ninguna escolaridad. Recién a los dieciséis años aprendió las primeras letras.
Pero para Pepe la vida daba vueltas en círculos. Y otra vez  el  destino le volvía a mojar la oreja: “¿Qué hacés vos acá?”,  “Al circo no vuelvo”, “Hacemos Varieté entonces”, “No sé cómo es eso”, “Se paga bien”, “Decime entonces”, “Vos haces las acrobacias y yo los chistes”. Y otra vez,  si el ex compañero de circo no pasaba por esa esquina de Buenos Aires, o si Pepe en ese instante cruzaba de vereda, o si ese día Pepe decía NO, todo cambiaba. Pero Pepe dijo SI, y volvió al espectáculo, esta vez junto a su ex compañero, uno de los payasos de aquel circo Anselmi, Napoleón Seth.

Patapúfete
El dúo duró lo que duró. Pepe aprovechó la experiencia. Se nutrió de nuevos sketchs, aprendió a dar tortazos y a propinar cachetazos de circo barato. 
Pero el giro  definitivo de su carrera se produjo cuando conoció al Dick (Bernardo Zalman Ber Dvorkin), un comediante ruso. La sinergia entre ellos fue instantánea. Y se soldaron. Y  empezó todo de nuevo. Ambos terminaron armando una fusión eficaz al estilo Abbott y Costelo. El gracioso era Pepe  y su  partener el serio. Tuvieron éxito. Llegaron a actuar en cine con Niní Marshall.  Juntos fueron a todas partes y lograron ser reconocidos por toda Latinoamérica y España, hasta que el  extenso itinerario del dúo terminó en Cuba.

El secuestro de Pepe en Cuba
Cuando llegaron a la isla caribeña, en 1958, Dick y Biondi ya era una pareja exitosa.  Venían  de tener su debut televisivo y un éxito fenomenal en México  - en realidad volvieron porque habían pasado por la radio cubana años antes con muy buena repercusión-. Cuando llegaron al país manejado por Fulgencio Batista,  Biondi ya era Biondi. Definitivamente había dejado de ser el tercero de ocho biondis, para tener nombre propio. Ahora era él mismo, el otrora pibe analfabeto, el que escribía sus propios guiones para los sketchs.
-Ve el guardapolvo que está allá.
-Sí, doctor.
-Adentro del bolsillo hay un papel
-¿Le traigo el papel?
-No, tráigame el guardapolvo.
Un día Dick se enamora. Que pin que pan. Se desuelda la aleación que había funcionado por más de veinte años.  Biondi sigue su carrera solo. Por qué negarlo, en su talento residía el secreto del éxito del binomio. “El Show de Dick y Biondi”  se convirtió en “El show de Pepe Biondi”. El pueblo de la Cuba prerevolucionaria tenía  un único motivo de risa: Biondi, el resto era penuria.
Un día le dijeron: “Biondi, hoy Cuba no debe reír”. Se lo dijeron quienes reían con él, lo hicieron con tono explicativo, se lo comunicaron cortésmente cuando Pepe salía de su casa hacia el estudio de televisión. Quienes lo interceptaron eran jóvenes del movimiento revolucionario “26 de julio” que se preparaban para echar al dictador. Se llevaron a Pepe, le explicaron sus planes. Lo trataron como a un amigo. Por la misma época habían secuestrado a Fangio. Eran golpes de efecto de una revolución que se acercaba a poner justicia en un país-casino. Biondi para ese entonces ya era Fangio y Fangio Gardel. Por lo tanto Biondi también era Gardel. 
Y llegó el 1 de enero del 59.  En ese momento Cuba entraba en otro proceso y Biondi terminaba su itinerario nómada para volver definitivamente al país que lo vio nacer.

Viendo a Biondi
Cuando lo contrata la televisión argentina en 1961, Biondi no era conocido en el país, sin embargo en poco tiempo se convirtió en  el artista más popular de la época.  Armó personajes legendarios, entre ellos: Pepe Galleta, el único guapo en camiseta.  Argentina ahora reía con él y lo reconocía como un gran humorista. Biondi así vengaba su pasado.
Pero su cuerpo no lo acompañó, su  salud se fue deteriorando paulatinamente  y luego de diez años de éxitos y operaciones (“otros cómicos salen de vacaciones, yo salgo de los quirófanos”) la televisión lo declaró prescindible y este hecho fue para Pepe un  golpe tan atroz como los que tenían aquellos con gusto a chocolate.
-Dígale a  la cocina que está en la señora que traiga la sopa en el plato…
-Pero no, al revés…
-¡Cómo al revés! Si pone el plato al revés se cae toda la sopa.
Murió a los 66 años. Vivió más malas que buenas. No sabemos si le ganó al destino, pero de lo que estamos seguro es que, al menos, como buen payaso, le arrojó  en la cara  algún que otro tortazo.

Fuentes:
Edgardo Sarri. Entrevista a Margarita Biondi. 2013.
Elbio Tomassini y Matías Babino. Patapúfete. Vida y obra de Pepe Biondi. 1999.
VV.AA. “Biondi”. Fascículo “Ídolos del Espectáculo Argentino”. Clarín. 2008.

  
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Biondi  de Banfield
-Quiero presentarme: soy inventor.
-¿Ah, sí? ¿Qué inventó?
-Algo para pasar a través de las paredes.
-¿Y qué es eso?
-Una puerta.
Este chiste, simple y directo es una pequeña muestra de lo que era Biondi. Biondi siempre tuvo paredes que lo rodearon y siempre se las rebuscó para atravesarlas de un modo u otro. Si no eran muy altas las saltaba. Si su acrobacia no alcanzaba para evitarla inventaba puertas donde no las había.
Biondi siempre saltó fronteras. Como personaje de borde debió reinventarse permanentemente para sobrevivir. Para los amantes de las exactitudes Biondi vivió, como pudo, en Escalada, que no es Banfield. Pero para aquellas épocas  las fronteras de los barrios  se confundían en los arrabales. Hoy Banfield y Escalada tienen  límites claros, en aquella época ese contorno se difuminaba en potreros con olor a manzanilla.
Uno de los hermanos vivió aquí y el recorrido de Pepe por nuestras calles fue frecuente. A la pregunta ¿Es Biondi de Banfield? se la puede responder con un acto: poniendo puertas donde existen muros.

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