Fellini, Roma
Nicolás Fratarelli
Fellini, entre su amplia
filmografía tiene una película que llamó simplemente “Roma”. Los productores
buscando darle un sesgo más comercial al título
la denominaron “Roma de Fellini”. Pero el título original es simplemente
“Roma”.
En el film, desde el primer fotograma hasta el último, Fellini buscó mostrar la vida de su ciudad, de una
ciudad, de la ciudad.
Para Fellini, y allí radica lo
interesante de su mirada que este film se lleva al extremo, la ciudad no es una cosa física. Eso busca
mostrarnos cuando nos presenta Roma. Busca decirnos que si la ciudad fuera mera
materialidad correría el riesgo de carecer de sentido, o dicho de otra manera,
tomando la poética idea de Jean Luc Nancy, si la
ciudad fuera únicamente materialidad,
la ciudad -el mismo concepto de ciudad- se disolvería como escombros entre los edificios de la misma
ciudad.
Fellini, desde antes de ser
director, ya desde su colaboración con Rosellini en el guión “Roma ciudad abierta”, daba cuenta que Roma, como cualquier otra ciudad es siempre compleja, y lo manifiesta en cada tramo de su cinta de
manera dura y poética a la vez. Deja implícito que ninguna ciudad es amable,
que todas son problemáticas y que todas encierran lo crudo y lo cocido, junto y
separado a la vez.
Casi la totalidad de la obra de
Fellini es un ensayo sobre la ciudad de Roma ( y por extensión sobre la ciudad
como tal). A su vez, el director
italiano, cuando muestra a la ciudad
eterna muestra su propia vida, encerrando una cosa dentro de otra como si fuera
un juego de mamushcas. En “Roma”, como en
“Amarcord” (aunque esta en Rímini) están presentados sus recuerdos en bandeja.
La película trata de la ciudad y de los
recuerdos. De descubrir la ciudad, de
descubrir la vida; de primero asomarse tímidamente a una celosía, luego abrir
los postigones y por último tornear de par en par toda la ventana.
En el primer caso, en “Roma” a diferencia de en”Amarcord” (la película que ganará el Oscar tres años
después) los recuerdos coexisten con la ciudad contemporánea. Aquí aparece el fascismo y los hippies, los
burdeles -el sofisticado y el plebeyo- y el amor libre, las preguntas de los
universitarios en Piazza Borghese y las elucubraciones de cómo comer los
caracoles con salsa en una mesa popular.
La película -como casi toda la
filmografía de Fellini- tiene la misma presentación que un libro. Tiene un inicio y sucesiones de capítulos. Más que una novela es un libro de
cuento con un hilo conductor que lo
cose, con un fuego conductor que lo coce. El espectador puede distinguir cada capítulo, uno
de otro: El maestro de la primaria, la
estación de Roma, el teatro con el asesinato de Julio César, el cine como
espacio de emociones fuertes, el arribo del joven a la casa que lo acogerá, la
cena en la calle, los atascos de tránsito, etc.
La idea de conexión entre estos siempre es simple, y funciona como una excusa para mostrar otra
cosa. El pretexto es un joven (el alter
ego de Fellini) que como en una novela de iniciación, llega del
norte de Italia a Roma y se inserta a una nueva experiencia urbana.
“Roma”, tiene escenas memorables.
La de la cena en el espacio público en pleno verano es apoteósica. Otra, no tan
recordada pero quizá la más significativa de toda la película es la del
recorrido que hace el director por debajo de la tierra, por lo subterráneo, en
plena obra de construcción del metro romano.
Aquí, la alegoría del encuentro
entre el presente y el pasado deja de ser tal para tomar cuerpo. La metáfora se
convierte en un Golem de piedra que circula por las calles de la ciudad. La
escena muestra sofisticadas máquinas excavadoras contemporáneas que se encuentran
todo el tiempo con el pasado romano. Aquí convergen, chocan, se anudan permanentemente
lo nuevo y lo viejo, lo moderno y lo antiguo, lo visible y lo oculto. La alusión
a lo subterráneo, como lo enterrado, lo no
visible, funciona a la perfección.
La ciudad nueva -la Roma en los
años setenta era la ciudad nueva- con los conflictos de siempre se abría a un
espíritu libertario que funcionaba como una topadora frente a las represiones
de la ciudad donde se formó el Fellini joven, tirando todo lo que tenía por
delante, pero encontrándose siempre con lo preexistente que a su vez le da
entidad a lo nuevo y lo construye.
“Roma” muestra lo masivo, los edificios
repletos de gente, lleno de niños , de
viejos, de espacios arrendados y
subarrendados, con falta de baños, tachos con agua caliente en medio de la
cocina, habitaciones hacinadas , y frente a ello, el encuentro con una domus,
decorada, llena de arte y a la vez inundada y oculta. La ciudad real y la
antigua gloria proto-burguesa están siempre presente en el inconsciente
colectivo romano.
En la película la ciudad se “lee”. Allí están
sus textos y sus textura, su entrelazado,
su entramado, su red. La ciudad está
tejida de la misma manera que se teje un texto, palabras por palabras, signo
por signo, el collage de la ciudad crea una unidad en permanente cambio. Y todo
esto muestra en su película el genio de Fellini.
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