Rayuela
Capítulo 68Julio Cortázar
Apenas él
le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias,
en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba
relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que
envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se
espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el
trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de
cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado
ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente
su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los
encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las
esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del
orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé!
¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y
márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en
un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles
que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
(Foto de Alberto
Jonquiéres)
El “glíglico” creado por Cortázar es más que un lenguaje, es un prosa casi gelmananiana, casi girondina (de Girondo, no de los franceses!).
ResponderEliminarJuro que he ensayado el gíglico en algunos versos, para nada admirables, pero que aún me gustan.
Por más que mis amigos me contradigan aseguro que a Borges le hubiera gustado ese invento e Cortázar, lo digo porque lo conozco, porque los autores más frecuentados son como viejos amigos y, además, porque el Viejo siempre admiró esa faceta creativa en Xul Solar. No olvidemos que uno de los dos lenguajes creados a fines de los 50 por Xul se llamó “Panlengua” (el otro era el Neocriollo) y fue muy inspirador para Borges: el cuento "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" lo puede atestiguar.
Julio Cortázar (¿quién puede dudarlo?) fue un experimentador, poseía un laboratorio de la palabra instalado en su letra, pero fue además un escritor corajudo porque una cosa es atribuirle a un personaje el divague lingüístico y otra muy diferente es asumirlo en su propia voz narrativa.
El espíritu de Rayuela es el juego y Cortázar jugó con el lenguaje.
Estimado Nicolás, siempre frecuento con placer tu blog y de vez en cuando dejo un comentario.
Walter Romero