martes, 25 de diciembre de 2012

Literatura / Julio Cortázar (Rayuela)


Rayuela
Capítulo 68
Julio Cortázar
 

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

(Foto de Alberto Jonquiéres)

1 comentario:

  1. El “glíglico” creado por Cortázar es más que un lenguaje, es un prosa casi gelmananiana, casi girondina (de Girondo, no de los franceses!).
    Juro que he ensayado el gíglico en algunos versos, para nada admirables, pero que aún me gustan.
    Por más que mis amigos me contradigan aseguro que a Borges le hubiera gustado ese invento e Cortázar, lo digo porque lo conozco, porque los autores más frecuentados son como viejos amigos y, además, porque el Viejo siempre admiró esa faceta creativa en Xul Solar. No olvidemos que uno de los dos lenguajes creados a fines de los 50 por Xul se llamó “Panlengua” (el otro era el Neocriollo) y fue muy inspirador para Borges: el cuento "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" lo puede atestiguar.
    Julio Cortázar (¿quién puede dudarlo?) fue un experimentador, poseía un laboratorio de la palabra instalado en su letra, pero fue además un escritor corajudo porque una cosa es atribuirle a un personaje el divague lingüístico y otra muy diferente es asumirlo en su propia voz narrativa.
    El espíritu de Rayuela es el juego y Cortázar jugó con el lenguaje.


    Estimado Nicolás, siempre frecuento con placer tu blog y de vez en cuando dejo un comentario.
    Walter Romero

    ResponderEliminar