domingo, 10 de agosto de 2014

Literatura / El hombre caminaba sobre el texto leído/ Premio: Cuento





TITULO PREMIADO: "EL HOMBRE CAMINABA SOBRE EL RELATO LEÍDO"
MENCION CATEGORÍA CUENTO
V EDICION CONCURSO DE CUENTOS Y RELATOS
Otorgado por el
SOCIEDAD ITALIANA DE SAN PEDRO

SAN PEDRO - PROVINCIA DE BUENOS AIRES - ARGENTINA


El hombre caminaba sobre el relato leído
Nicolás Fratarelli

                                                 “Yo, y yo ahora”
                                                     Joyce

Usted baja un libro de la biblioteca. Lo baja, pongamos, el 16 de junio de 1974. Lo Lee, lo relee. Lo marca, lo mancha, lo dobla, le pone señaladores, una servilleta, un boleto de colectivos, la factura de alumbrado público. Lleva a ese objeto frágil de acá para allá como si nada como si fuera un paquete de pastillas con sabor a sandía, o parte de su juego de llaves. Lo estropea, le dobla las puntas. Lo pone en el bolso. Lo saca. Lo pone en el bolso. Lo saca. Lo lleva en la mesa de luz.  Lo lleva al baño, a la cocina, al living, al jardín a la terraza. Lo lleva a un bar. Se le cae café en una de sus hojas. Le pasa el dedo para acelerar el secado, lo ensucia un poco más todavía. Se le cae agua, se le arruga la hoja pero no le interesa, sólo le importa el contenido, la letra, lo que dice, las reflexiones que lo dejan pensando. Discute con él, coincide, concuerda, armoniza, disiente, discrepa contrasta, se mofa de algunos párrafos, se admira de otros.  Levanta la cabeza y mientras mastica lo que dice mira a la nada. Un día, pongamos un día cualquiera, el 13 de enero de 1975, lo deja en la mesa de luz, hasta el 2 de febrero de ese mismo año que lo sube nuevamente a la biblioteca y lo ubica en el mismo anaquel que estaba, en el mismo lugar de donde lo saco, que no opone resistencia porque ése era su lugar. Le pasa el dedo sobre el lomo, dobla la punta de la tapa hacia adentro. El lugar es el adecuado, no es cualquier lugar, se incorpora al lado de los otros libros de la misma especie, de autores que tuvieron preocupaciones similares, que abordaron temas parecidos. Así ese objeto que usted llevó consigo por tanto tiempo queda entre medio de dos libros, uno más alto y más angosto de tapas duras azules con ribetes dorados, y otro más bajo de edición austera, ni tan ancho ni tan delgado y con letras negras sobre un lomo blanco que muestra poco esmero en su diseño. No soporta mucho esa imperfección estética pero la tolera porque prioriza  la pertinencia del tema, y allí se tranquiliza.

Pasa el tiempo. Usted tiene cría. Se deja la barba, se quita la barba, se deja la barba, se la recorta. Deja un trabajo por otro peor. Después por otro mejor. Se hace dependiente, después autónomo, después desempleado, después pega un trabajo que le hace sacar el CUIL, lo persiguen con los pagos de la jubilación. La cría crece. Su mujer le propone ir de viajes juntos ahora que los chicos son grandes. Viaja, va la playa, toma sol se baña en agua salada, ve peces de colores. Vuelve, cuenta sus anécdotas. Repite la de aquella negra que manejaba el italiano el inglés y el castellano con la misma fluidez y que si no fuera por la revolución cubana estaría vagando en la miseria. Se mete otra vez en la rutina. Llegan las elecciones. Vota. Su candidato perdió como en todas las demás votaciones que participó. Le chocan el auto. Va al chapista. Mira el mundial por televisión. Lo comenta con sus amigos. No le gusta el back izquierdo que eligió el técnico. Se acuesta. Su mesa de luz sigue llena de libros. Se apasiona con un autor. Lo lee con desmesura. Uno de sus párrafos, ahora en el 2003 lo remite a ese viejo libro que usted rayó en 1975. Se levanta de noche, desesperado. Su esposa le recrimina despertarla. Igual se levanta corre las sábanas y se levanta, impaciente, ansioso. No pierde tiempo en encontrar las pantuflas, camina descalzo. Esquiva al perro que no sabe cómo siempre está despierto cuando uno está despierto, prende la luz, va a la biblioteca. Se dirige al lugar preciso que conoce de memoria por más que no haya ido allí desde hace casi 26 años. Baja de ese estante aquel libro. El almanaque indica 16 de junio. Lee. El libro no dice lo mismo que antes. Usted queda extrañado. Las letras son más pequeñas. Las letras cambiaron. Donde antes decía “el hombre caminaba sobre el relato leído” ahora dice “el hombre caminaba sobre el relato leído”. Se desespera por encontrar lo que leyó antes, hace años. Solo encuentra los párrafos resaltados de celestes amarillos y naranjas pero más opacos. Usted se sienta, se desploma en el sillón,  queda perplejo  mirando el techo. El perro se le acerca. Sancho ladra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario