Buenas
salenas cronopio
Nicolás Fratarelli
Publicado en El Banfileño. Agosto 2014
(Ilustración Andrés Alvez)
“Historia de Cronopios y de Famas” es uno
de los libros más conocidos de Julio Cortázar. El libro es un compendio de más
de sesenta relatos cortos. Relatos poéticos y lúdicos. Su prosa juguetona y
saltarina encierra críticas antisistema, ironías, y textos porque-sí-nomás. El
libro está dividido en cuatro partes. Todas tienen el mismo tono que se mece
entre lo lírico y lo vivaracho, entre lo satírico y lo ingenuo, entre lo insidioso y lo compasivo.
En el primer fragmento de este “surtido” -así lo expresa el índice- está el
famoso Manual de Instrucciones, luego lo siguen Ocupaciones Raras, Material
Plástico y por último las Historias de Cronopios y de Famas. Todo camina en
hilera como un gran corso que busca poner los pelos de punta a los señoritos
vestidos de alpaca que creen que la literatura es una cosa para pocos, para
gente peinada con gomina, para intelectuales de pipa mordida.
Una vez atravesadas las instrucciones
para subir una escalera (ese suelo que con frecuencia se pliega), una vez
aceptadas las enseñanzas para dar cuerda al reloj (una antigüedad para los
tiempos que corren); una vez dejado
atrás a ese hombre al que le cortaron la cabeza pero que no pudo morir porque
ese día estalló una huelga (y se la tuvo que arreglar como pudo); alejados ya,
del aplastamientos de las gotas y de los cuentos sin moralejas; atravesados
ya todos estos confines, nos asomamos a
la puerta entreabierta de las Historias de Cronopios y de Famas, y allí sí, con
tranquilidad, luego de saludar “¡Buenas salenas, cronopio, cronopio!”, nos
podemos sentar a comer el banquete y a presenciar ese
mundo fantástico compuestos de Cronopios, Famas y Esperanzas.
****
— Buenas salenas Julio.
— Buenas salenas.
— Entramos porque queremos que nos ayude
a descifrar este menjunje.
— No me pida que explique las cosas que ni
yo mismo me puedo explicar.
— Denos aunque sea alguna señal del
libro.
— Le daré sólo una: cuando lo lea no sea
literal.
— Julio, aunque sea nos puede decir ¿Qué
es un cronopio?
— ¡Ay Dios! Por ser usted ensayaré una
disquisición. Un cronopio es un ser «contrapelo, contraluz, contranovela,
contradanza, contratodo, contrabajo, contrafagote, contra y recontra, cada día
contra cada cosa que los demás aceptan y que tiene fuerza de ley».
— Usted dijo alguna vez que los cronopios
son seres «verdes,
erizados y húmedos».
—
Ocurre que usted piensa como Fama, es formal, rígido, sentencioso, es como
ellos que «embalsaman
cartelitos». Usted seguro que
cuando viaja «averigua
cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas, el color de las
alfombras». Usted debería
ponerse una fábrica de manguera ¿sabe?
— …
— Por lo que veo que usted necesita
precisiones. Su imaginación vuela demasiado bajo, por eso insiste en obtener
exactitudes. Perfecto, se las daré. «Un
cronopio es un dibujo fuera de imagen, un poema sin rima» ¿queda claro?
Mientras el escritor explica aparece un
grupo de cronopios, «divertidos, desordenados
y tibios». Hacen bulla y bailan Tregua y Catala.
— Sáquese la duda usted mismo -dice
Cortázar- allí los puede ver. Son tan
idealistas que se creen super-vida «pero
más por poesía que por verdad». ¿Los
ve señor sensato? Mientras un cronopio es como un poeta asocial un Fama es como
usted, piensa como usted. El Fama necesita asir las cosas, conocer sus formas,
poner el dedo en la herida de Jesús, no puede conceptualizar, cree que «la virtud es un microbio redondo lleno de
patas». Pobre… ¡Cuidado!
— ¡¿Qué pasa?!
— ¡Los cronopios! Abrieron la pasta dentífrica y están salpicando a todo el
mundo.
— Dígame Julio ¿Y de las Esperanzas que nos
puede decir?
— No se haga problema por ellas. Son
buenas pero bobas, sedentarias, indolentes, «se dejan viajar por las cosas, escuchan música como
quien escucha llover…»
****
Al texto de Cortázar se lo puede entrar
por varios lados. Puede servirnos como reflexión de lo cotidiano, como un
espejo que nos devuelve la imagen patética de nuestra «normalidad»,
de nuestro automatismo, de nuestra falta de conciencia de la vida. Más que
sacudirnos del tedio busca hacernos pensar en nosotros mismos. Como si fuera un
libro de autoayuda nos hace reflexionar sobre aquello que hacemos con nuestras
vidas, con nuestros días, de nuestras horas, de nuestros minutos.
Cuando Cortázar editó su libro en el año
1962, fue muy criticado. Los literatos de carnet se preguntaban cómo un escritor
“serio” podía escribir un libro así. El libro los desestructurada. No podían
aceptar tener frente a sí una cosa inclasificable, indefinible, ambigua que no
era ni cuento ni novela, ni ensayo ni poesía, sino un algo donde todo estaba
fuera de cuadro, fuera de eje, fuera de afuera, donde todo era distinto a lo
que se había escrito hasta el momento, donde los textos que no encajaban en
ninguna etiqueta, ni siquiera dentro de la del surrealismo.
Hoy en día el título “Historias de
Cronopios y de Famas” es un clásico. Le ganó a los críticos entumecidos. Y el
término “Cronopio” cobró tal autonomía que sirve de adjetivo, sustantivo y
verbo a la vez, aunque, hay que
reconocerlo, que funciona, fundamentalmente, como elogio. Por ejemplo ahora
podríamos brindar por Cortázar como el escritor más Cronopio de todos los
escritores. Por ejemplo ahora podríamos decirle ¡Salud Cronopio! , ¡Salud! Y ¡buenas
salenas cronopio, cronopio!
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