martes, 17 de septiembre de 2013

Literatura / Claudio de Alas

Alas de Banfield
Publicado en El Banfileño Nº 10 Septiembre 2013
Nicolás Fratarelli

Luego de matar al perro ¡pbum! se pegó un tiro en la frente. El poeta andante, como buen hijo de ingeniero de caminos -heredero de sangre- no quiso recorrer solo su última ruta. Era demasiada la soledad que ya tenía en vida. Por eso buscó compañía para transitar su muerte: anhelaba no terminar como un perro.
Claudio de Alas, desconocido como tantos, fue es un poeta colombiano, un bohemio, un incansable caminante. De tanto andar llegó a Buenos Aires, y por no poder parar siguió de largo hasta Banfield, hasta la casa de su amigo, el pintor Koek Koek, un loco de la guerra (1), o un artista loco de la guerra (de la guerra callada que se tenía por aquel entonces en calles injustas).
Sus datos personales indican: que Claudio era Jorge y de Alas: Escobar Uribe; que su  piel era oscura; que nació en 1886;  en Tunja, en una de las ciudades más antiguas de América, situadas al noroeste de Bogotá; que a pesar de ser miembro de una familia burguesa (2), se alistó para defender a Panamá -en ese entonces parte del territorio colombiano- cuando Norteamérica pasó de la rutinaria prepoteada a la acostumbrada invasión.
Claudio de Alas murió muy joven. Tenía apenas 32 años. Buenos Aires era su gran meta. Admiraba la vida cultural porteña. Venía a triunfar al corazón de América, donde estaba lo que él identificaba como lo más selecto de la cultura. “Voy a vencer o a perecer”, decía. De Alas no consiguió el triunfo. Ni siquiera un empate. El ambiente literario nunca le abrió sus puertas y aún siguen cerradas para él, aunque ahora, con sigilo, entre algún cancel entreabierto, se asome la sombra de la curiosidad  por sus letras.  Los que crean listas,  los nomencladores con báculo, los que bajan el martillo, los creadores de cánones, nunca lo incluyeron en ninguna lista, nunca lo hicieron aparecer en ninguna compilación. Quizá por eso se mató joven. Quizá por eso su cansancio, quizá por eso su desmesura.
Se oyeron dos tiros. El primero directo al perro de mirada triste, luego a sí mismo.  Koek Koek, su amigo que lo albergaba en la casa de Banfield, el que le dio un lugar donde caerse muerto, no le perdonó a de Alas ese asesinato. Lloró al perro.  Pero al poeta no le importó. Él debía continuar su viaje que había emprendido en 1903.  Venía desde Colombia, antes había estado en México y Centroamérica, después bajó por Perú y siguió hasta Chile, donde se quedó un tiempo, y por último en 1917 llegó a la Argentina, su gran meta. No había más después. Apenas quedaba el  infinito. Apenas, ese cielo tan inmenso como la Pampa misma que para él era “el cansancio sin fin de andar”. Y hacia allí partió. Y cuando llegó exclamó:
 “…¡Buenos Aires! La Urbe magna presentida en sus estruendos: La Ciudad-Rey de esta nuestra América. (…) El alma del que llega queda muda y curiosa ante su grandeza.” (3)

En Chile había escrito cuatro libros: “Salmos de la muerte y el pecado”, “Fuegos y tinieblas” “Arturo Alessandri” y “La primera víctima de la aviación en Chile”
El último de los poemas de su primer libro evocaba una queja:

“Qué tristeza, qué tedio, qué dolor, qué amargura
El tratar a las gentes con sus mismas falsías:
Todas van disfrazadas con la vil vestidura
De las cosas del mundo, tan banales y frías…” (4)

Este lloro lo trasladó a Buenos Aires. La ciudad donde venía a triunfar apenas le ofreció indiferencia. Su depresión congénita, el no poder superar el lastre del fallecimiento de su madre en los años de su niñez, y  la negación de cualquier camino que lo llevase a ser una referencia cultural en esta zona del sur de América,  transformaron su decepción en pronta fatiga.
Aunque ávido lector de Oscar Wilde, de Rubén Darío y Edgard Poe, su comportamiento como poeta tuvo el espejo maldito de Baudelaire: deambuló como un flaneur por las ciudades, miró a la vida como un voyeur, se obstinó al fracaso y a la infelicidad, y transitó, con el sino de la parca siempre al acecho, toda esta travesía solo, con apenas una escuálida tripulación compuesta de amantes esporádicas recluidas de burdeles de poca monta.
 “El hambre el dolor y el crimen, son esfinges que cruzan incógnitas y mudas a través del oro y de los mármoles de la cosmópolis de la soberbia llanura. Y también incógnita y sin galas de terror podríais decir que desfila también Nuestra Pálida Señora la Muerte…”  (Carta al director de Zig-Zag”) (5)
Un día, un 5 marzo de 1918, en el fondo de la casa del pintor, con el perro  de su amigo al lado, sobre unos formularios telegráficos (6) escribió su poema final:
“Dadme un beso. ¡Oh, Señora!
Dadme el beso callado y no comprado,
De tus labios siniestros, por lo mudos,
Señora, y a mi lado,
Estrechemos los músculos desnudos,
Para dormir…
¿Morir?... (7)

Antes “Lloró (…) y escribió tres cartas” (8) una de ellas para su hermano, otra para el pintor.
Luego del rito: dos disparos.
Koek Koek, dijo: “¿Sabe usted por qué se mató Claudio?...porque sabía mucho (…) porque su cerebro había profundizado en la vida y poseía tan hondos conocimientos psicológicos, que se aislaba de la multitud para no hacer notar su diferencia de estatura”. Y agregó: (es que él) “no había nacido para las reglas. Había nacido para las excepciones…” (9)

Claudio de Alas,  aquí, a orillas del Río de la Plata, quiso tocar el cielo con las manos.
Lo logró.
Nos queda su recuerdo, una calle con su nombre cerca de Camino Negro, su obra realizada en vida, su obra póstuma (10), y la reivindicación de su poesía.
Ahora vuela.

(1)   Ver” El Loco de Banfield”. El Banfileño. N°8 Julio 2013. Nota de Fernando Raluy.
(2)   Harold Alvarado Tenorio. www.haroldavaradotenorio.com
(3)  Claudio de Alas. “Desde el estruendo de Buenos Aires”.  El Cansancio de Claudio de Alas. Editorial Punto de Encuentro. Buenos Aires. 2008
(4)   Claudio de Alas. “Aullidos”. Op.cit.
(5)   Claudio de Alas  “Desde el estruendo de Buenos Aires”. Op. Cit.
(6)   Gito Minore. Prólogo. Op. Cit.
(7)   Claudio de Alas. “Mientras anda la hora”. Op. Cit.
(8)   Juan José Soiza Reilly. Compilador Testamentario de la obra de Claudio de Alas.
(9)   Juan José Soiza Reilly. ibid.

(10) Obras póstumas: “El Cansancio de Claudio de Alas”, “Visiones y realidades”, y “La herencia de la sangre”

10 comentarios:

  1. Excelente, Nicolás. Me acercaste a un poeta inmenso a travésde un texto impecable. Gracias!

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  2. Muy bueno Nico. De Alas era un desconocido para mí hasta el año pasado. Comento la anécdota en tu muro de Facebook. Abrazo.

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  3. Genial. Me encantó, y acabo de leer el poema negro. Fantástico! Gracias Nicolás. No lo conocía!

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  4. me gusto como hablaste de Claudio , no se como llego a mis manos un libro con sus poesías cuando tenia mas o menos quince años de (verdad escalofriante ) me impacto al tal punto que ya pasaron varias décadas, y aun esta presente en mi. Con esta herramienta de Internet pude saber quien era este poeta tan sombrío y llegar hasta vos. quisiera saber si conoces alguna pagina donde pueda leer sus poemas y encontrar algunos que yo leyera desde ya te agradezco

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    1. Gracias por tu comentario.
      La verdad es que hay muy poco material sobre este poeta. En el último tramo de su vida él vivió en Banfield, Buenos Aires, Argentina junto a un pintor llamado Koek Koek (te mando un link en el que podés ver una nota que habla de este pintor y lateralmente de Claudio de Alas: http://issuu.com/elbanfilenio/docs/el_banfilen__o_9 si no podés ingresar así poné en google Koek Koek el banfileño) .
      Vos sos el estudiante de letras que me mandaste un mail diciéndome que estás trabajando sobre este tema? Si fuiste vos volvémelo a enviar porque se me borró. Desde allí te aportaré nuevos datos. Saludos.

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    2. Dejo otra dirección de la nota de Koek Koek
      https://www.facebook.com/ElBanfileno/posts/560392384019384

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  5. ¿Sabían que la tumba donde descansa Claudio de Alas está en el cementerio municipal de Lomas de Zamora?

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  6. Hola, puedes hablarnos un poco sobre la imagen con la caligrafía del poeta? Es real?

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