Domicilio
Desconocido
Publicado en “La Falta y otros cuentos”
Nicolás Fratarelli
Esperó hasta que dieran
el pronóstico del tiempo y apagó su radio que la acompañaba a todas las
habitaciones de la casa. A pesar de las nubes oscuras, no iba a llover. Eso le
dio ánimo para seguir.
Se puso su mejor
vestido, uno negro bordado con formas de arabescos y cintas al bies, y con una
sonrisa triste en la garganta, partió hacia el estudio de fotografía.
A primera hora había ido
a la peluquería, fue la primera en ser atendida.
No era una concurrente
habitual del lugar, salía poco y hablaba con poca gente. No conocía a la
peluquera. Quizá hubiera querido tener más vida social pero sus ganas siempre
quedaban en simple teoría. No obstante esa mañana se atrevió a hablar y comentó
que quería un buen peinado porque se iba sacar algunas fotos, iba a decirle que
se iba a “retratar” pero le pareció un terminó muy solemne, poco de ella y
prefirió decirle “Me voy a hacer una fotos”. No hizo falta aclaraciones porque nada
mas le preguntaron.
Fue al ropero y procuró
su monedero, agarró más plata que de costumbre. Iba a tomar un taxi para ir
hasta el estudio fotográfico.
Tomó las llaves y en el momento de salir volvió al
espejo del baño y se miró. Se retocó el maquillaje del lunar con el que
convivió incómodamente toda su vida y salió.
Caminó hasta la primera
avenida y tomó el taxi. Beiró y Segurola, ordenó tímidamente. Quiso hablar con
el taxista pero no lo consiguió, el gesto arisco del conductor la amedrentó, se
arrinconó en el asiento y se abstrajo
de escuchar las noticias descartables
del día y las obscenas risotadas del locutor de turno y trató de poner la mente
en blanco, pero no pudo.
Olga se quedó pensando
en su soledad, en como le aturde el silencio de su casa cuando apaga su radio.
En como extraña los tiempos que ya se fueron. Recuerda a su Montevideo natal, sus
caminatas por la rambla, el río, la calle Convención, donde vivía.
Extraña esa sensación de felicidad de cuando esperaba en el umbral de la puerta
a su marido que venía de trabajar mientras el sol se posaba sobre el agua.
Extraña a su hijo a quien no ve desde hace tres
años.
Tampoco pudo poner la
mente en blanco cuando la fotografiaron. Ella creyó que lo había logrado pero
cuando en la mesa de café abrió el sobre con las fotos y vio su cara en las distintas imágenes,
descubrió que su rostro pensaba en él, en su ausencia.
Eligió la que consideró la mejor y en su reverso escribió.:
Querido mío, te mando esta foto que me
tomé del día de mi cumpleaños. Siempre te recuerdo. Te quiere, Tu madre.
Al día siguiente Olga
volvió a su tarea cotidiana. Se había terminado su día franco. Había cambiado
su vestido negro por su traje de enfermera, el taxi por el colectivo. Con
su austeridad de palabras, limpió
enfermos, almorzó en el comedor del hospital, repartió calmantes, y luego de varios días una noche lloró.
A su regreso encontró una
carta que le pasaron por debajo de la puerta. Estaba algo manchada, con una de
sus puntas ajadas, una foto en el interior del sobre y un sello que decía “domicilio desconocido”.
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