Sereno, blanco y negro
N.F.
En medio de una época donde el apremio de imágenes no da respiro, la velocidad de los mensajes atropella y la saturación de colores apabulla, la obra fotográfica de Ricardo Palmadessa se destaca: Serena. Blanca. Negra.
En su obra fotográfica se puede contemplar la belleza de sus imágenes y la espesura de su mensaje. La calma morosa de cada fotografía nos hace sentir sensaciones pero también nos hace reflexionar y nos lleva al diálogo interno. En cada toma podemos oír el silencio, sentir una brisa calma, encontrar un lugar donde guarecernos.
Su producción, que junta al arquitecto con el fotógrafo y al revés, nos hace a recorrer ciudades y mirar arquitecturas desde otros lugares (paisajes casi urbanos) con la misma sensibilidad con que nos muestra el sol pegando en la playa, un vidrio mojado (Ostende) o la naturaleza como escultura (Fin del mundo).
Tomémonos un tiempo y disfrutemos del respiro hondo que nos propone esta obra, basta de palabras. (http://www.ricardopalmadessa.com.ar/)
En Portada
N.F.
Cuando estaba en elaboración la edición de Mirada y Crítica, en mi cabeza tenía el diseño de la cubierta con una foto que Ricardo sacó en París en 1997: La Defense. Esa foto siempre me pareció de una enorme belleza. Me impactó desde el primer momento que la ví: el reflejo de las torres de luminarias sobre la cortina de agua, los bloques de fondo con forma de edificios que atestiguan el trabajo del fotógrafo, la niebla, el granulado de todo el conjunto, su textura, el juego de grises, que les da un toque nostálgico y cálido a un lugar frío y calculador como es centro financiero de París.
Por respeto a su trabajo, y también por pudor -porque no admitirlo- en un comienzo contuve mis ganas en pedirle autorización para poder usar esa fotografía para la tapa del libro. Di muchas vueltas. Por mi falta de decisión, sobre el diseño de la cubierta circularon varias imágenes que representaban el contenido de los textos, pero por mejor que quedara el producto final, ninguna se acercaba al efecto que producía aquella foto. Una tarde me animé a llamarlo, le conté del libro, del proyecto, de los ensayos, y tras varios rodeos, le expresé mi deseo de poder utilizar esa fotografía en la cubierta. No hizo falta decírselo dos veces. Inmediatamente aceptó y generosamente e ofreció a gusto su trabajo. De esta manera el diseño de la cubierta terminó respondiendo a la idea original.
Con Ricardo somos compañeros de docencia en la facultad, es un muy buen tipo y me halaga concediéndome su amistad.
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