“SOMOS
UN PAÍS DE MISERABLES”
o el
deterioro de nuestro sistema cultural
o
mataron a un pibe de 12 años.
N.F.
Uno. No quiero a este gobierno. Dos. Estoy en contra del neoliberalismo. Punto.
Desde aquí hablo. No escondo mi pensamiento.
Ambas cosas (que es una sola) las detesto porque, entre tantos
males que ocasionan, corrompen y deterioran nuestro sistema cultural. El
neoliberalismo es: inhumano, insensible y antidemocrático. Nos hace mal a todos
y nos hace cada vez peor personas.
Reconozco que ser democrático no es fácil. Ser democrático es un
trabajo. Hay practicar serlo todos los días, minuto a minuto. A veces lo
conseguimos, a veces no. Ser democrático no es como aprender a andar en
bicicleta. No es una práctica que se adquiere una vez y para siempre. En este
caso si no se practica esta actividad se pierde, y se pierde rápidamente.
Ser democrático es , fundamentalmente, ser respetuoso en la
interacción con el otro. El otro es “otro”. El otro tiene otras maneras, otras
necesidades, otras formas de ser y pensar. Es más fácil separarse de lo “otro”
que interactuar con él. Caer en esa separación sería caer en una debilidad
humana. Allí el ejercicio de tenacidad. Es más fácil querer “eliminar” lo que
no compartimos que respetarlo e incluirlo. La democracia, la democracia no el
“voto en una urna”, propicia respetar al otro, aceptarlo, contenerlo.
El neoliberalismo es antidemocrático porque prioriza sacar lo
peor de cada uno de nosotros. Busca, explota sacar nuestra basura interior.
Propicia nuestro odio. Necesita de esto. Sabe,bien lo sabe, que es más fácil
sacar lo peor de cada uno de nosotros que lo bueno. No nos quiere mejores , al
contrario, nos quiere soeces, porque en realidad no nos quiere. El
neoliberalismo nos necesita uno. Uno y mirándonos a nosotros mismos. Uno que
diga “primero yo, después yo,siempre yo” . Nos necesita egoístas,
individualistas, insensibles.
Hace unos días mataron a un pibito de 12 años. Lo mataron por
pobre. Lo mató un policía en Tucumán. Implicitamente este funcionario estatal
tuvo el consenso de este gobierno que desprecia al otro. Al pibito lo mataron
porque el que mata sabe que tiene el benepláito -por claque o por indiferente-
de mucha gente y de un presidente que fue elegido por esa misma gente. El
policía lo mató porque sabe que poco y nada se dirá de esa muerte, porque sabe
que mató a alguien que para mucha gente no existe, o en el mejor de los casos,
no existe salvo como amenaza a sus prejuicios.
Digo esto y se me hace un nudo en la garganta. Escribo esto y me
duele el alma. Digo esto y no soporto la angustia de saber que vivimos rodeados
de gente que piensa así. Digo esto, y me da vergüenza decirlo, porque me
avergüenza virir en una sociedad que es una verdadera porquería. Digo esto y me
digo en voz alta ¡Mi Dios, estamos hecho pelota! Digo esto y con dolor coincido
con Julián López que en su muro de face escribió: “somos un país de miserable”.
El odio al pobre, al extranjero de a pie, a ese extranjero que
trabaja la tierra (no, al extranjero que invierte en levacs sin ton ni son),
llegó a límites insospechados. La línea demarcatoria del odio ya no está en
personajes como Menendez, sino que se corrió hasta los zapatos de la gente
común, hasta esa señora o a ese señor que está tomando café a mi lado en este
momento y que “quizá” (o siendo optimista, “seguramente”) en el marco de la
prevalencia de otros valores culturales, alejados del neoliberalismo actual,
re-pensarían lo que piensan y cómo lo piensan, y por ende repensarían sus
sentimientos, resentimientos y sus odios.
Podemos cambiar a este gobierno, pero mucho más difícil será
cambiar los valores culturales que día a día se viene forjando.
Debe ser nuestra tarea, tratar de desterrar los patrones
culturales que mandan, debemos quitar de raíz este pensamiento irracional de la
sociedad de la que somos parte. Este debe ser nuestro aporte. Es muy difícil
hacerlo bajo el neoliberalismo pero debemos intentarlo. Debemos resistir a este
sistema que propicia el odio, que dice que lo único bueno es uno mismo, que
repite como loro que hay que desconfiar del otro.
No hay diferencias políticas en este contexto. No. Hay, sí, una
diferencia ideológica enorme. La época no nos muestra una brecha política, nos
refriega en la cara una diferencia ideológica profunda. Sentir o no la muerte
de un pobre pibe pobre es la diferencia cultural gigante que sentimos algunos
con una sociedad gélida, e insensible, con valores culturales por el piso; esa
es la brecha enorme que nos diferencia de una sociedad vulnerada, sin
autoestima y poco realizada que avala la porquería que vivimos día tras día;
esta es la diferencia irreconciliable que tenemos con esa sociedad que más que
pretender su propio bien desea el mal de los otros.
No se puede culpar más a los medios de comunicación de todo esto
(me cansa hacerlo.) Los medios, es sabido, son el establishmet. Son parte de
este poder-basura. Son el neoliberalismo solapado de “periodismo”. De ellos no
se puede esperar nada más que excrementos volcados a través de sus ventanas
–TV, diarios, radios, multimedia, etc- día tras día; repito, de los medios, de
estos medios , no se puede esperar nada. Son parte de ese sistema cultural
deteriorado. Quieren esto. Son intrínsecamente esto. Lo peor es la gente. la
gente que los elige, la gente que busca eso. La gente que “necesita” eso, que
quiere –ama desea- eso. Porque ya, no estamos hablando de gente que no se pueda
resistirse a los cantos de sirenas, sino de aquella que busca ese canto. Que se
fascina con las sirenas. De lo contrario, si no fuera así estas empresas de lucro
comunicativo estarían fundidas, estarían en convocatoria de acreedores o quizá
estarían buscando lucrar con otro tipo de información, con una información que
se indigne por, por ejemplo, con la muerte de un pibe de 12 años. Pero no. No.
Estas empresas siguen viviendo de la miseria humana, siguen viviendo de lo peor
de lo peor de la sociedad, y continúan estando más vigente que nunca, por eso
“los medios” pueden NO DECIR nada de la muerte de un pibe de 12 años, porque
para estos no reditúa hablar de gente invisible, no reditúa hablar de amor.
Porque no reditúa hablar del amor que no sea el de los famosos de Punta del
Este.
Lamentablemente coincido con Julián López: “somos un país de
miserable”.
Y lo seguiremos siendo mientras no desterremos, ya no a este gobierno
sino de a esta matriz cultural que lo avala, apaña, y defiende.