BOMARZO
Manuel
Mujica Lainez. 1962
Parágrafo
donde Pier Francesco Orsini, recuerda el relato de su padre acerca
del paso
de El David junto a Miguel Angel por Florencia.
"Estábamos una noche ---era invierno--- alrededor de la chimenea,
en la sala principal. Mi padre, Girolamo y Maerbale se calentaban delante de
los leños. Yo, alejado, confundido con las sombras en la parte más oscura del
aposento, aguardaba la oportunidad de evadirme sin que se percataran. Me había
escurrido sigilosamente hacia una puerta y, cuando me aprestaba a salir y a
escapar hacia las habitaciones de mi abuela, mi padre alzó el tono y comenzó a
contar algo que tenía que ver con Miguel Angel. Me detuve y agucé el oído. Era
el relato del traslado de la estatua de David a través de las calles de
Florencia.
Gian Corrado Orsini había asistido, años antes de mi nacimiento,
siendo gonfaloniero Piero Soderini, a esa complicada operación. Durante cuatro
días, el gigante de mármol recorrió el camino que separaba el taller del
maestro de la Plaza de la Señoría. Cuarenta hombres tiraban de él, por las
callejas, y la escena se vincula, plásticamente, con otras, muy antiguas, como
la del corcel troyano. Hacían rodar la erguida escultura sobre vigas engrasadas
y empleando un sistema de poleas y contrapesos que suspendía al coloso, como
una admirable máquina bélica, de un armazón de maderos, y la protegía de los
choques. Avanzaba despacio, gravemente, entre la multitud florentina que
postergaba su cotidiano ajetreo para discutir la calidad del recién llegado.
Todos opinaban, porque en Florencia el arte era un tema de debate popular, como
los precios del mercado y la política de la comuna. Avanzaba David y su frente
aventajaba a menudo el nivel de los techos. De noche encendían fogatas a sus
pies y los adversarios del artista, envidiosos, emboscados, le arrojaban
piedras. (La envidia y la imbecilidad de cierto tipo de hombres es eterna y se
reproduce a lo largo de los siglos con virulencia intacta: en 1504 apedrearon
al David de Miguel Angel; en 1910, la municipalidad de Florencia juzgó
apropiado vestirlo con una hoja de viña, lo que armó un gran revuelo. Los
esfuerzos de los Braghettoni desafían a los siglos.) Y a la madrugada, la
estatua tornaba a avanzar solemnemente. David no era un pequeño pastor; era un
gigante.